Si democracia es el
nombre que el sistema político se da a sí mismo en la actualidad, capitalismo
es el nombre con el que el sistema económico moderno se auto-describe por lo
menos, desde mediados del siglo XVIII. Como dice Brown (2010, pág.53) el
capitalismo es el más robusto de los dos mellizos y supo reducir la democracia
a una marca cuya imagen se vende separada de su contenido real.
El capitalismo es
el régimen económico dentro del cual el capital junto con el trabajo son los
principales factores de producción. Según Piketty “el capital se define como el
conjunto de los activos no humanos que pueden ser poseídos e intercambiados en
un mercado. El capital incluye sobre todo el capital inmobiliario (inmuebles,
casas), y el capital financiero y profesional
(edificios, equipos, máquinas, patentes, etc.) utilizado por las empresas y las
agencias gubernamentales”. (Piketty, 60) “... reúne pues todas las formas de
riqueza que, a priori, pueden ser poseídas por individuos (o grupos de
individuos) y transmitidas o intercambiadas en un mercado de modo permanente. En
la práctica el capital puede pertenecer ya sea a individuos privados (se habla
entonces de capital privado), o bien al Estado o a la administración pública
(capital público). El capital no es un concepto inmutable: refleja el estado de
desarrollo y las relaciones sociales que rigen a una sociedad dada (Piketty,
61) El capital cumple dos grandes funciones económicas. por un lado funciona
como reserva de valor y, por otro, lado, como factor de producción.
El capitalismo es un régimen de acumulación. El
capital en su origen es el resultado de un proceso de acumulación de
dinero, luego diversificado en distintas clases de bienes que en conjunto
definen el patrimonio que en general está en manos de empresas, organizaciones,
gobiernos y capitalistas individuales. Desde una perspectiva estrictamente
económica, esta acumulación de capital adquiere dos formas.
Por un lado adquiere la forma económica de bienes producidos que sirven para producir otros bienes. El capital, en este caso, se acumula como medios de producción. Desde los inicios de la modernidad, en el proceso de producción, el capital acumulado se transforma en capital industrial, compuesto por capital fijo (edificios, maquinarias, campos, etc.) y capital circulante (materias primas, energía salarios, etc.). En este proceso el endeudamiento es funcional a la estrategia de las empresas de aumentar su capital fijo a través de la obtención de préstamos en el mercado financiero. Por otro lado, el capital puede acumularse como capital financiero, es decir, como dinero que se sustrae al circuito productivo y se coloca en mercados que ofrecen a cambio una renta bajo distintas condiciones de riesgo. En ambos casos la función del capital es producir un excedente. En función de esta distinción dentro del capitalismo contemporáneo podemos reconocer dos grandes tipos de capital.
Por un lado adquiere la forma económica de bienes producidos que sirven para producir otros bienes. El capital, en este caso, se acumula como medios de producción. Desde los inicios de la modernidad, en el proceso de producción, el capital acumulado se transforma en capital industrial, compuesto por capital fijo (edificios, maquinarias, campos, etc.) y capital circulante (materias primas, energía salarios, etc.). En este proceso el endeudamiento es funcional a la estrategia de las empresas de aumentar su capital fijo a través de la obtención de préstamos en el mercado financiero. Por otro lado, el capital puede acumularse como capital financiero, es decir, como dinero que se sustrae al circuito productivo y se coloca en mercados que ofrecen a cambio una renta bajo distintas condiciones de riesgo. En ambos casos la función del capital es producir un excedente. En función de esta distinción dentro del capitalismo contemporáneo podemos reconocer dos grandes tipos de capital.
a. El capital
productivo. Esta forma de capital se utiliza de manera predominante dentro
de la economía real. La economía real es la que sostiene su dinámica en
la producción, es decir, en un entorno en el que intervienen empresas que
producen bienes que venden en el mercado, que contrata gente para que trabaje
en sus proyectos productivos y que saben que lo que vale su empresa depende de
las ganancias que es capaz de obtener por lo que en definitiva vende en el
mercado de consumo de bienes y servicios. Estas empresas, y por lo tanto la economía real, necesitan tiempo y
dinero para llevar adelante sus proyectos productivos. En los últimos setenta
años, dentro del esquema de la economía real, el capitalismo se expandió
durante el período comprendido entre fines de la segunda guerra mundial y
mediados de la década de los años setenta. En ese lapso generó expectativas
orientadas al logro de metas tales como el pleno empleo, mejoras en las
condiciones de trabajo y seguridad social, la inserción de grandes masas de la
población occidental en el consumo y, en líneas generales, el mejoramiento
colectivo de la calidad de vida. El fordismo apareció en los inicios de la
segunda mitad del siglo XX como un
régimen de acumulación excepcional en términos de rapidez y estabilidad del
crecimiento y del progreso del nivel de vida. Este régimen de acumulación con
predominio de la producción permitió conciliar alto nivel y estabilidad de la
ganancias para el capital, con un progreso del ingreso de los asalariados. Fue
capaz de conjugar el dinamismo del sector privado con la amplitud de las
intervenciones públicas. Finalmente combinó eficacia dinámica en los procesos
de producción con moderación de las desigualdades.
b. El capital
financiero es el protagonista dentro del régimen de acumulación vigente
desde la crisis del modelo anterior hasta nuestros días. Esta forma de capital
dio lugar al régimen de acumulación con predominio financiero que fue el
resultado de la confluencia de tres factores:
1. el agotamiento del régimen anterior a partir del estancamiento de la producción y el aumento de la inflación;
2. la entrada de los avances tecnológicos y los medios masivos de comunicación sobre la economía y sobre los procesos industriales, y
3. la adopción deliberada de políticas tales como la liberalización de la economía, la desregulación de los mercados y la privatización del patrimonio del Estado.
El objetivo de este nuevo régimen fue aumentar el valor del capital financiero en todas aquellas plazas que estuvieran en condiciones de sostener un mercado con capacidad para recibir inversiones extranjeras. Dentro de este nuevo régimen de acumulación los mercados financieros buscaron disminuir la importancia de la actividad económica centrada en la producción y aumentar el valor de aquellas operaciones centradas en las transacciones financieras. Las políticas económicas que impulsaban la regulación y la intervención del Estado en la economía y la negociación entre el capital y el trabajo que caracterizaron al régimen anterior fueron sustituidas por políticas de corte liberal que minimizaron el rol del Estado y potenciaron la autonomía de los mercados. En este régimen el dinero proveniente del ahorro se transforma en capital financiero y se concentra en manos de sociedades especializadas en operaciones de inversión, instituciones financieras y los mercados de títulos. A través de los mercados de obligaciones públicas y privadas, la gestión del ahorro se convierte en una poderosa herramienta para la acumulación y centralización financieras. A partir de ahí contribuye a la distorsión de las relaciones económicas y políticas entre el capital y el trabajo. Se establecen, entonces, ventajas decisivas para el capital reforzando su “financiarización” y el peso de la inversión y de los mercados financieros.
En este contexto cobra impulso la formación de capital especulativo y el privilegio de la especulación como modalidad de generación de renta en lugar de los beneficios que provienen de la producción dentro de la economía real. Estas innovaciones transformaron la manera de hacer negocios y de intervenir en las relaciones comerciales en la medida que las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación (TICs) permitieron realizar transacciones más rápidas y con mayor alcance. En pocas palabras, estos cambios hicieron posible superar limitaciones de tiempo y de espacio. Dentro de este marco los trabajadores tuvieron que aprender y adecuarse constantemente a las cambiantes condiciones de la producción y del mercado. Esto les exigió una enorme capacidad de adaptación personal y una permanente vinculación con ofertas de capacitación.
1. el agotamiento del régimen anterior a partir del estancamiento de la producción y el aumento de la inflación;
2. la entrada de los avances tecnológicos y los medios masivos de comunicación sobre la economía y sobre los procesos industriales, y
3. la adopción deliberada de políticas tales como la liberalización de la economía, la desregulación de los mercados y la privatización del patrimonio del Estado.
El objetivo de este nuevo régimen fue aumentar el valor del capital financiero en todas aquellas plazas que estuvieran en condiciones de sostener un mercado con capacidad para recibir inversiones extranjeras. Dentro de este nuevo régimen de acumulación los mercados financieros buscaron disminuir la importancia de la actividad económica centrada en la producción y aumentar el valor de aquellas operaciones centradas en las transacciones financieras. Las políticas económicas que impulsaban la regulación y la intervención del Estado en la economía y la negociación entre el capital y el trabajo que caracterizaron al régimen anterior fueron sustituidas por políticas de corte liberal que minimizaron el rol del Estado y potenciaron la autonomía de los mercados. En este régimen el dinero proveniente del ahorro se transforma en capital financiero y se concentra en manos de sociedades especializadas en operaciones de inversión, instituciones financieras y los mercados de títulos. A través de los mercados de obligaciones públicas y privadas, la gestión del ahorro se convierte en una poderosa herramienta para la acumulación y centralización financieras. A partir de ahí contribuye a la distorsión de las relaciones económicas y políticas entre el capital y el trabajo. Se establecen, entonces, ventajas decisivas para el capital reforzando su “financiarización” y el peso de la inversión y de los mercados financieros.
En este contexto cobra impulso la formación de capital especulativo y el privilegio de la especulación como modalidad de generación de renta en lugar de los beneficios que provienen de la producción dentro de la economía real. Estas innovaciones transformaron la manera de hacer negocios y de intervenir en las relaciones comerciales en la medida que las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación (TICs) permitieron realizar transacciones más rápidas y con mayor alcance. En pocas palabras, estos cambios hicieron posible superar limitaciones de tiempo y de espacio. Dentro de este marco los trabajadores tuvieron que aprender y adecuarse constantemente a las cambiantes condiciones de la producción y del mercado. Esto les exigió una enorme capacidad de adaptación personal y una permanente vinculación con ofertas de capacitación.
Para terminar hay
que decir que el régimen de acumulación con predominio financiero se impuso
también a los Estados. Por un lado, la globalización financiera puso en
competencia a los Estados por el acceso a los financiamientos, y esto trajo
conflictos y desequilibrios de considerable magnitud. Podemos mencionar dos.
Uno de ellos tiene que ver con el poderío de los protagonistas de las altas
finanzas internacionales (fondo de pensión, fondos mutualistas y bancos,
capitales de riesgo), que son los que concentran la oferta de capitales y
poseen los medios para (intentar) imponerles sus reglas a los gobiernos de
turno. El ejemplo del conflicto de Argentina con los holdouts, (“fondos
buitres”), resulta un testimonio cabal de esta estrategia de imposición. Por
otro lado, la magnitud de los capitales especulativos y la cantidad de
operaciones que llevan a cabo diariamente ponen en jaque la capacidad de
resistencia de cualquier país ante una oleada especulativa. Como dice Dominique
Plihon (84-85), “ Ningún país puede resistir una ola especulativa fundada en un
desafío a su política. A fin de escapar a la “sanción” de los mercados, las
políticas macroeconómicas nacionales en lo sucesivo se subordinan a los
imperativos de las finanzas internacionales.... Los bancos centrales, que han
llegado a ser independientes del poder político, quedan de facto bajo la
dependencia de los mercados financieros y de la presión de las grandes
corporaciones”.
El siglo XXI
comenzó con la consolidación de la subordinación de la economía real y de los
Estados al poderío del capital financiero. Sobre la base del régimen de
acumulación con predominio de esta forma de capital se consolidaron tres
características estructurales de la nueva configuración del capitalismo: la
propensión al riesgo, la informalidad y las prácticas económicas criminales.
Bibliografía
citada:
Brown, Wendy: "hoy
en día, somos todos democráticos" en: AAVV (2010): Democracia, ¿en qué
Estado? Buenos Aires, Prometeo Libros.
Piketty, Thomas
(2014): El capital en el siglo XXI. Ciudad de Buenos Aires, Fondo de
Cultura Económica.
Plihon, Dominique
(2003): El nuevo capitalismo. México. Editorial siglo XXI