Osvaldo Dallera

martes, diciembre 07, 2021

Creencias evolutivas



En el suplemento Cash del diario Página 12 del domingo 5-12-2021 se publicó esta nota: https://www.pagina12.com.ar/387019-la-nueva-tendencia-de...

En materia topográfica también las creencias mutan y evolucionan de acuerdo con la atmósfera sociocultural de cada época. Así, el paraíso, la tierra prometida, el inframundo, el mundo del más allá y otros parajes promisorios o condenatorios dan cuenta de la necesidad de creer en algo diferente del mundo real, que sea más acorde con los deseos propios y las carencias objetivas o autoinfligidas que cada uno padece de este lado. La contraparte de esta necesidad es que siempre ha de haber ofertas bien dispuestas para satisfacer las demandas reparadoras que toda condición de insuficiencia exige o reclama.

Claro que, para habitar esos mundos es necesario, concomitantemente, no ser nada más que materia o cuerpo para tener alguna chance de instalarse de manera provisoria (por ejemplo, en el purgatorio) o, definitiva (cielo o infierno) según juzgue positiva o negativamente, quien detenta el derecho de admisión. La lectura del Fedón da buena cuenta de los esfuerzos de Platón puestos en boca de Sócrates para argumentar a favor de la existencia y la inmortalidad del alma. Así que, junto con esos parajes tuvo que inventarse algo que estuviera en condiciones de habitarlo. En líneas generales, el alma vino a ocupar ese puesto.

Por último, quien quiera llevar su otredad a alguno de esos lugares o habitar en las condiciones que de ellos se promocionan, deberá ser virtuoso, si su cabeza se mantiene premoderna, revolucionario, crítico o progresista si sus ideas son modernas o, simplemente ser un poco cínico y tener dinero si sus pensamientos fluyen con los mandatos de esta época.

Hay que decirlo, más que los utopistas modernos, en esta materia los premodernos estuvieron mejor sintonizados con los innovadores (palabra de moda) de nuestro tiempo. En efecto, en la cuestión de inventar lugares para ir a parar, los modernos se conformaron con quedarse en la tierra y pensar en construir mundos idílicos dentro del planeta. A juzgar por los resultados obtenidos más les hubiera valido innovar (verbo imprescindible para estar a tono) en otro sentido.

Volviendo al artículo que motiva estos desvaríos, lo concreto es que tanto antes de ayer, como ayer, como hoy y como mañana, parece que siempre hubo, hay y habrá necesidad de inventarse un otro de uno mismo, un lugar adonde de ir por lo que se carece, o por lo que uno imagina que merece, o por lo que uno quisiera parecer sin ser o, directamente, por lo que uno quisiera ser, aunque en el mismísimo lugar donde está parado no haya reunido o no reúna los requisitos necesarios. Por eso, con el auxilio no despreciable de la tecnología de nuestro tiempo, el alma fue, o es reemplazada por el avatar, los otros mundos por los mundos y los espacios virtuales, y las virtudes, la piedad, la penitencia y la revolución, por el dinero como salvoconducto para ingresar, como se lee en el artículo, a “la realidad virtual (que) será el espacio en el que comenzarán a transitar las relaciones humanas en las próximas décadas.” Por descontado, del lado de acá siempre habrá un representante del lado de allá (sea cual sea su composición) que estará bien dispuesto para hacer buenos negocios con nuestras creencias. Siempre, claro, que uno cuente con los recursos necesarios para pasearse por las calles del ciberespacio, comprar allí todo lo que ansía para ponerlo a disposición de su avatar, y de ese modo, ser virtualmente feliz.