Osvaldo Dallera

sábado, febrero 27, 2010

Inicio de clases

La escuela es el lugar en el que se cuentan muchas historias y de las más variadas formas. Les contamos la historia de cómo se habla y se escribe (bien), les contamos historias hechas con números y símbolos, historias de cómo es el universo, la tierra, el mundo, la sociedad y los individuos, la historia de seres superiores y de superhéroes.
La escuela a la que yo asistí cuando era adolescente tenía una diferencia con la escuela de estos tiempos. Aquella se presentaba como la institución en la que las historias que se contaban eran únicas y verdaderas.
La escuela de hoy perdió ese privilegio. Ahora sus historias compiten en ingualdad de condiciones (y a veces en desventaja) con las historias que se cuentan en Internet, en la tele, en los diarios, en las revistas y en el cine. Las historias que se cuentan en la escuela pasaron a ser una historia entre muchas y, hasta en muchos casos, con un valor inferior a las que se cuentan en otras partes.
Lo que se escucha en la escuela es una versión más de todo lo que hay para decir. Nosotros lo enseñamos como lo verdadero, como la versión única, pero después ustedes, cuando salen a la calle, se dan cuenta que no es así. y en eso reside el valor de las historias que circulan por las aulas: en el hecho de que nos obliga a confrontarlas con otras versiones que hay sobre los mismos asuntos.
Por eso, y a pesar de todo esto, hay que ir a la escuela a escuchar sus historias. No tanto por su valor, sino por el mandato social que las sostienen. Y aquí aparece la paradoja: tal vez las historias que se cuentan en la escuela no sean las mejores, pero si no se disponen a escuacharlas, el remedio termina siendo peor que la enfermedad.

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