Sentido y sistemas de sentido*
*Extraído de: Dallera, Osvaldo (2021): La sociedad como
sistema de comunicación. La teoría sociológica de Niklas Luhmann en 30
lecciones. Amazon
Realidad y observaciones
En general, dentro de la historia de las ideas, se
reconocen dos grandes intentos de respuesta
a la pregunta ¿qué es la realidad?
Un primer intento es el que, con diferencia de matices,
se mantiene durante todo el período premoderno y hasta bien entrada la
modernidad. Podemos denominar a este intento, "respuesta ontológica" La explicación ontológica de la realidad
parte del supuesto de que hay una realidad independiente del sujeto y que, con
los recursos tecnológicos y los métodos adecuados (por ejemplo, el método
científico), se puede llegar a conocer esa realidad tal cual es y, una vez que se conoce, entonces nos
encontramos en posesión de la verdad. Dos mil años de civilización occidental
transcurrieron bajo este presupuesto.
El segundo intento, la explicación constructivista,
si bien no es nuevo, adquirió relevancia recién a partir de la segunda mitad
del siglo XX. Para esta respuesta la realidad, el mundo externo es un medio,
sobre el que, mediante observaciones, se realizan recortes, se
establecen distinciones, se construyen formas que nos ayudan a
diferenciar esto de lo otro. Básicamente, se pueden observar dos cosas: el
mundo y otras observaciones. Las observaciones que observan el mundo (la
realidad externa) son observaciones de primer orden, y las observaciones
que observan otras observaciones son observaciones de segundo orden. La
observación de segundo orden observa las distinciones que otro observador
utiliza para construir realidad significativa: bueno/malo,
agradable/desagradable, correcto/incorrecto, justo/injusto, etc. Por supuesto,
con esto no se observa a la persona en cuanto tal, sino sólo la forma en la que
ésta observa, y las distinciones que utiliza para construir significados. La
sociedad moderna ha hecho de la observación de segundo orden una de sus
características más sobresalientes.
Lo que saca a relucir la observación de segundo orden es
que, como lo que circula en forma de comunicaciones es una infinidad de
observaciones de otras observaciones (la interpretación del analista, la
opinión del periodista), ya no es posible anclar la realidad en un punto de
vista único, ya sea éste la naturaleza de las cosas, la única verdad
científica, o una sola perspectiva de los juicios morales. La observación de segundo orden juega, así,
un papel decisivo en la construcción de la realidad porque a partir de ella el
mundo significante aparece como una construcción que se sostiene bajo
distinciones que siempre son posibles de otro modo, es decir, son contingentes.
Sentido
Desde esta perspectiva, la realidad es una construcción,
resultado de la combinación medio/forma. Del vínculo del medio con el
recorte de las observaciones emerge una multiplicidad de diferencias, de
“formas” que denominaremos sentido.
Para este enfoque, es evidente que afuera de nuestras cabezas, e
independientemente de lo que sea posible pensar y comunicar, hay algo, pero ese
mundo externo que está ahí afuera cede su importancia a la forma como es
referido, es decir, como es observado (percibido, pensado, comunicado).
Para la sociedad moderna, entonces, el problema de la
realidad no es el problema de cómo es “en sí” el mundo externo independiente de
nosotros, sino que es el problema de cómo
ese mundo y todo lo que hay en él es referido cada vez que, con nuestra
percepción, nuestros pensamientos, o nuestras comunicaciones seleccionamos una
porción asignándole relevancia y distinguiéndola del resto que queda afuera de
esa selección. Entonces, la realidad que sirve y funciona para reconocer,
entender y comunicar, es la realidad que significa algo para alguien, para un
individuo, un grupo, una comunidad, etc. Esto quiere decir que esa realidad
significativa adquiere sentido con cada recorte (con cada referencia) que
hacemos cada vez que percibimos, pensamos o decimos algo acerca de ella. Pero,
conviene remarcarlo, desde esta perspectiva el mundo material, lo que está y lo
que pasa “afuera de nuestras cabezas” es indispensable para que haya sentido.
Según Luhmann, el sentido presenta tres dimensiones. En primer
lugar, la dimensión objetiva u objetual,
que está constituida por el conjunto de “cosas” significantes (materialidades,
hechos, acciones) que pueden ser entendidas cuando las pensamos o se
constituyen en temas de comunicación cuando se habla (se dice, se expresa, se
escribe algo) sobre ellas. La segunda dimensión del sentido es la dimensión temporal que hace posible que
nuestras experiencias de todos los días se independicen del momento en que
suceden, del presente, y puedan retomarse luego en términos de pasado o futuro.
De modo que el sentido que refiere esta dimensión está orientado al “cuándo” de
los acontecimientos y no al cómo, al qué, o el quién. La tercera dimensión del
sentido es la dimensión social, y
tiene que ver con el intercambio comunicacional dentro del cual “uno” es el que
entiende lo que se le comunica y el “otro” el que dice o expresa algo; el que
da a conocer la información que “uno” entiende (bien o mal). Se comprende
rápidamente que en el fluir de las comunicaciones “uno” y el “otro”
intercambian alternativamente sus respectivas posiciones en función de quién,
en cada caso entiende y quién es el que da a conocer.
Otra característica del sentido es que para ser significativo
necesita de generalizaciones simbólicas que
hagan posible exteriorizar en signos o palabras esa distinción que produjo la
observación y lo diferenció del resto del mundo que quedó afuera del recorte. Los
lenguajes (orales, escritos, artísticos), justamente, son el recurso que hacen
posible que la realidad real inaccesible, se torne accesible
convirtiéndose en realidad semiótica, es decir, en realidad
significativa. En otras palabras, la función de los lenguajes es
generalizar el sentido con ayuda de símbolos que designan lo que significan sin
que eso que designan deba coincidir (o de hecho coincida) con la realidad
externa referida. Como suele decirse, los signos siempre designan algo (hacen
referencia a), pero no siempre denotan eso que refieren, es decir, no siempre
hay en el mundo real, algo que se corresponda con lo designado por el signo. Un
buen ejemplo de esto, son las mentiras.
Sistemas de sentido y entornos
Sin duda, está
latente en el lector la pregunta ¿quién observa? Y la respuesta
apresurada que surge desde las entrañas de la filosofía tradicional es: el que
observa es el individuo (los modernos dirían “el sujeto”). Sin embargo, para
Luhmann el observador no es el “sujeto” sino una clase de sistemas muy
especiales que él denomina sistemas de sentido.
Hay distintos tipos de sistemas. Hay sistemas que son
ensambles de partes que constituyen un todo para obtener algún resultado. Las
máquinas y los organismos son sistemas de este tipo. Pero, a nosotros nos
interesan los sistemas que se construyen a partir de observaciones, y las
observaciones construyen sistemas de
sentido. Los sistemas de sentido son “sistemas que observan” (distinguen,
recortan, seleccionan una parte y dejan de lado todo lo demás que no cae bajo
el dominio de la observación).
Lo que queda del lado de adentro de la observación (es
decir, lo efectivamente percibido, lo concretamente pensado o lo efectivamente
expresado) es un sistema y lo que
queda del lado de afuera de la observación es el entorno de ese sistema. Lo que diferencia al sistema del entorno es
el grado de organización de sus elementos. Por ejemplo, organizo la percepción
asignando formas, colores en las imágenes, armonías en los sonidos, etc.;
organizo los pensamientos ordenando conceptos y organizo la comunicación
articulando palabras en frases u oraciones que expreso de manera verbal o
escrita o combinando trazos, luces y sombras produciendo imágenes. El entorno, en cambio, al quedar afuera del efecto de
organización que generan la
percepción, la conciencia y la comunicación, no tiene sentido, no está
organizado (pues si lo estuviera entonces sería un sistema).
Los sistemas
de sentido sólo pueden procesar lo mismo que producen. Los sistemas de sentido procesan información y producen significados.
Entre los sistemas que procesan información y producen significados están los sistemas psíquicos y los sistemas de
comunicación o sistemas sociales. Los
sistemas psíquicos procesan
información y producen sentido en forma pensamientos. Los sistemas sociales procesan información y producen sentido en forma
de comunicaciones: por ejemplo, al hablar sobre un tema específico se utiliza
de inmediato la distinción esto/y no lo
otro. Resumiendo, la conciencia de cualquiera de nosotros es un sistema
psíquico; la conversación entre dos personas, una transacción económica, el
examen que un profesor le toma a los alumnos, una ceremonia religiosa, una
sentencia judicial, son ejemplos de sistemas sociales.
Ninguno de
los dos sistemas puede hacer lo que hace el otro. Los sistemas sociales no
pueden pensar y los sistemas psíquicos no pueden comunicar. Los pensamientos de
una conciencia no se pueden “pasar” a otra conciencia, y la comunicación no
puede pensar. Por otra parte, los sistemas psíquicos y los sistemas sociales
(o, lo que es igual, la conciencia y la comunicación) coevolucionaron, es
decir, no surgieron primero una y después la otra, sino que en el camino de la
evolución tanto la conciencia como la comunicación se desarrollaron al mismo
tiempo y de manera conjunta porque se necesitan mutuamente.
Por último, los sistemas de sentido no son cosas físicas,
aunque para cobrar existencia real necesiten estar apoyados en soportes
físicos. Lo decimos de otro modo. Los sistemas de sentido como la conciencia y
los sistemas sociales existen y sabemos de su existencia por los resultados que
producen, aunque no los percibimos como “cosas” físicas (no los tocamos, no los
vemos, no los sentimos). En todo caso, lo que vemos, lo que tocamos, lo que
sentimos son los soportes materiales a partir de los cuales emergen esos
sistemas y los efectos que producen. Por eso decimos que los sistemas abiertos
al sentido son realidades emergentes.
Los sistemas de sentido no funcionan para reproducir en
su interior el mundo tal como es ahí afuera; mientras funcionan, no
“reproducen”, mediante representaciones en forma de pensamientos o de palabras,
el mundo exterior tal como es. Podríamos decir que los sistemas de sentido
funcionan para sí mismos y son independientes, indiferentes y están ajenos a lo
que pasa en el entorno.
Esta autonomía de
los sistemas con respecto al entorno se explica por tres características que
definen y distinguen tanto a los sistemas psíquicos como a la sociedad y los
sistemas sociales (el sistema jurídico, el sistema político, el sistema
educativo, el sistema religioso, el sistema económico, etc.):
Son operativamente cerrados. La
estructura de pensamientos que un sistema psíquico ya posee, lo único que puede hacer es producir otros
pensamientos que encajen dentro de esa estructura. En el caso de la sociedad y
de los sistemas sociales que la componen, pasa lo mismo. La sociedad y los
sistemas sociales producen comunicaciones a partir de comunicaciones: una
comunicación da lugar a la comunicación siguiente.
Se producen y reproducen a sí mismos. Al estar
cerrados operativamente, tanto la sociedad como los sistemas psíquicos producen
los mismos elementos de lo que están hechos: comunicaciones y pensamientos,
respectivamente. Y, mientras
producen sus propios elementos, mantienen su propia dinámica, y su propia
existencia. Esta característica de los sistemas psíquicos se llama autopoiesis. La función del entorno no
es más que irritar al sistema para que esa operatoria se ponga en marcha.
Son autorreferenciales. Esta
característica alude a la capacidad o a la propiedad que tienen los sistemas de
sentido de referirse a sí mismos y de relacionarse consigo mismo, mientras
operan. Por supuesto, esto no impide que los individuos con sus pensamientos o
con las cosas que dicen puedan hacer un uso
heterorreferencial de los elementos del sistema. Esto quiere decir que con
nuestros pensamientos y nuestras comunicaciones también podemos aludir a lo que
pasa, o a lo que está ahí afuera. Sin embargo, con respecto al uso heterorreferencial de los pensamientos y las
comunicaciones debemos saber dos cosas. Primero, que las representaciones del sistema
no guardan ninguna relación de correspondencia necesaria con lo que representan
del mundo externo. Segundo, el uso heterorreferencial de las representaciones
permite que la dinámica interna de los sistemas siga su curso: se dicen cosas
del mundo y de la realidad externa para que se siga hablando de ellas.
Si unimos los hilos encontramos que en la observación de
segundo grado y en estas tres características radica la fortaleza del
constructivismo sistémico: el mundo en el que vivimos hoy es un mundo de
significados construidos sobre la base de observaciones de observaciones que
solamente sirven a la reproducción de los sistemas de sentido sin que exista
ninguna finalidad en el funcionamiento de éstos que esté relacionada con la
transformación o la mejora del entorno.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario