Osvaldo Dallera

viernes, agosto 11, 2023

Sentido, y sistemas de sentido

 

Sentido y sistemas de sentido*

 

*Extraído de: Dallera, Osvaldo (2021): La sociedad como sistema de comunicación. La teoría sociológica de Niklas Luhmann en 30 lecciones. Amazon

 

Realidad y observaciones

 

En general, dentro de la historia de las ideas, se reconocen dos grandes intentos de respuesta a la pregunta ¿qué es la realidad?

Un primer intento es el que, con diferencia de matices, se mantiene durante todo el período premoderno y hasta bien entrada la modernidad. Podemos denominar a este intento, "respuesta ontológica" La explicación ontológica de la realidad parte del supuesto de que hay una realidad independiente del sujeto y que, con los recursos tecnológicos y los métodos adecuados (por ejemplo, el método científico), se puede llegar a conocer esa realidad tal cual es y, una vez que se conoce, entonces nos encontramos en posesión de la verdad. Dos mil años de civilización occidental transcurrieron bajo este presupuesto.

El segundo intento, la explicación constructivista, si bien no es nuevo, adquirió relevancia recién a partir de la segunda mitad del siglo XX. Para esta respuesta la realidad, el mundo externo es un medio, sobre el que, mediante observaciones, se realizan recortes, se establecen distinciones, se construyen formas que nos ayudan a diferenciar esto de lo otro. Básicamente, se pueden observar dos cosas: el mundo y otras observaciones. Las observaciones que observan el mundo (la realidad externa) son observaciones de primer orden, y las observaciones que observan otras observaciones son observaciones de segundo orden. La observación de segundo orden observa las distinciones que otro observador utiliza para construir realidad significativa: bueno/malo, agradable/desagradable, correcto/incorrecto, justo/injusto, etc. Por supuesto, con esto no se observa a la persona en cuanto tal, sino sólo la forma en la que ésta observa, y las distinciones que utiliza para construir significados. La sociedad moderna ha hecho de la observación de segundo orden una de sus características más sobresalientes.

Lo que saca a relucir la observación de segundo orden es que, como lo que circula en forma de comunicaciones es una infinidad de observaciones de otras observaciones (la interpretación del analista, la opinión del periodista), ya no es posible anclar la realidad en un punto de vista único, ya sea éste la naturaleza de las cosas, la única verdad científica, o una sola perspectiva de los juicios morales. La observación de segundo orden juega, así, un papel decisivo en la construcción de la realidad porque a partir de ella el mundo significante aparece como una construcción que se sostiene bajo distinciones que siempre son posibles de otro modo, es decir, son contingentes.

 

Sentido

 

Desde esta perspectiva, la realidad es una construcción, resultado de la combinación medio/forma. Del vínculo del medio con el recorte de las observaciones emerge una multiplicidad de diferencias, de “formas” que denominaremos sentido. Para este enfoque, es evidente que afuera de nuestras cabezas, e independientemente de lo que sea posible pensar y comunicar, hay algo, pero ese mundo externo que está ahí afuera cede su importancia a la forma como es referido, es decir, como es observado (percibido, pensado, comunicado).

Para la sociedad moderna, entonces, el problema de la realidad no es el problema de cómo es “en sí” el mundo externo independiente de nosotros, sino que es el problema de cómo ese mundo y todo lo que hay en él es referido cada vez que, con nuestra percepción, nuestros pensamientos, o nuestras comunicaciones seleccionamos una porción asignándole relevancia y distinguiéndola del resto que queda afuera de esa selección. Entonces, la realidad que sirve y funciona para reconocer, entender y comunicar, es la realidad que significa algo para alguien, para un individuo, un grupo, una comunidad, etc.  Esto quiere decir que esa realidad significativa adquiere sentido con cada recorte (con cada referencia) que hacemos cada vez que percibimos, pensamos o decimos algo acerca de ella. Pero, conviene remarcarlo, desde esta perspectiva el mundo material, lo que está y lo que pasa “afuera de nuestras cabezas” es indispensable para que haya sentido.

Según Luhmann, el sentido presenta tres dimensiones. En primer lugar, la dimensión objetiva u objetual, que está constituida por el conjunto de “cosas” significantes (materialidades, hechos, acciones) que pueden ser entendidas cuando las pensamos o se constituyen en temas de comunicación cuando se habla (se dice, se expresa, se escribe algo) sobre ellas. La segunda dimensión del sentido es la dimensión temporal que hace posible que nuestras experiencias de todos los días se independicen del momento en que suceden, del presente, y puedan retomarse luego en términos de pasado o futuro. De modo que el sentido que refiere esta dimensión está orientado al “cuándo” de los acontecimientos y no al cómo, al qué, o el quién. La tercera dimensión del sentido es la dimensión social, y tiene que ver con el intercambio comunicacional dentro del cual “uno” es el que entiende lo que se le comunica y el “otro” el que dice o expresa algo; el que da a conocer la información que “uno” entiende (bien o mal). Se comprende rápidamente que en el fluir de las comunicaciones “uno” y el “otro” intercambian alternativamente sus respectivas posiciones en función de quién, en cada caso entiende y quién es el que da a conocer.

Otra característica del sentido es que para ser significativo necesita de generalizaciones simbólicas que hagan posible exteriorizar en signos o palabras esa distinción que produjo la observación y lo diferenció del resto del mundo que quedó afuera del recorte. Los lenguajes (orales, escritos, artísticos), justamente, son el recurso que hacen posible que la realidad real inaccesible, se torne accesible convirtiéndose en realidad semiótica, es decir, en realidad significativa. En otras palabras, la función de los lenguajes es generalizar el sentido con ayuda de símbolos que designan lo que significan sin que eso que designan deba coincidir (o de hecho coincida) con la realidad externa referida. Como suele decirse, los signos siempre designan algo (hacen referencia a), pero no siempre denotan eso que refieren, es decir, no siempre hay en el mundo real, algo que se corresponda con lo designado por el signo. Un buen ejemplo de esto, son las mentiras.

 

Sistemas de sentido y entornos

Sin duda, está latente en el lector la pregunta ¿quién observa? Y la respuesta apresurada que surge desde las entrañas de la filosofía tradicional es: el que observa es el individuo (los modernos dirían “el sujeto”). Sin embargo, para Luhmann el observador no es el “sujeto” sino una clase de sistemas muy especiales que él denomina sistemas de sentido.

Hay distintos tipos de sistemas. Hay sistemas que son ensambles de partes que constituyen un todo para obtener algún resultado. Las máquinas y los organismos son sistemas de este tipo. Pero, a nosotros nos interesan los sistemas que se construyen a partir de observaciones, y las observaciones construyen sistemas de sentido. Los sistemas de sentido son “sistemas que observan” (distinguen, recortan, seleccionan una parte y dejan de lado todo lo demás que no cae bajo el dominio de la observación).

Lo que queda del lado de adentro de la observación (es decir, lo efectivamente percibido, lo concretamente pensado o lo efectivamente expresado) es un sistema y lo que queda del lado de afuera de la observación es el entorno de ese sistema. Lo que diferencia al sistema del entorno es el grado de organización de sus elementos. Por ejemplo, organizo la percepción asignando formas, colores en las imágenes, armonías en los sonidos, etc.; organizo los pensamientos ordenando conceptos y organizo la comunicación articulando palabras en frases u oraciones que expreso de manera verbal o escrita o combinando trazos, luces y sombras produciendo imágenes. El entorno, en cambio, al quedar afuera del efecto de organización que generan la percepción, la conciencia y la comunicación, no tiene sentido, no está organizado (pues si lo estuviera entonces sería un sistema).

Los sistemas de sentido sólo pueden procesar lo mismo que producen. Los sistemas de sentido procesan información y producen significados. Entre los sistemas que procesan información y producen significados están los sistemas psíquicos y los sistemas de comunicación o sistemas sociales. Los sistemas psíquicos procesan información y producen sentido en forma pensamientos. Los sistemas sociales procesan información y producen sentido en forma de comunicaciones: por ejemplo, al hablar sobre un tema específico se utiliza de inmediato la distinción esto/y no lo otro. Resumiendo, la conciencia de cualquiera de nosotros es un sistema psíquico; la conversación entre dos personas, una transacción económica, el examen que un profesor le toma a los alumnos, una ceremonia religiosa, una sentencia judicial, son ejemplos de sistemas sociales.

Ninguno de los dos sistemas puede hacer lo que hace el otro. Los sistemas sociales no pueden pensar y los sistemas psíquicos no pueden comunicar. Los pensamientos de una conciencia no se pueden “pasar” a otra conciencia, y la comunicación no puede pensar. Por otra parte, los sistemas psíquicos y los sistemas sociales (o, lo que es igual, la conciencia y la comunicación) coevolucionaron, es decir, no surgieron primero una y después la otra, sino que en el camino de la evolución tanto la conciencia como la comunicación se desarrollaron al mismo tiempo y de manera conjunta porque se necesitan mutuamente.

Por último, los sistemas de sentido no son cosas físicas, aunque para cobrar existencia real necesiten estar apoyados en soportes físicos. Lo decimos de otro modo. Los sistemas de sentido como la conciencia y los sistemas sociales existen y sabemos de su existencia por los resultados que producen, aunque no los percibimos como “cosas” físicas (no los tocamos, no los vemos, no los sentimos). En todo caso, lo que vemos, lo que tocamos, lo que sentimos son los soportes materiales a partir de los cuales emergen esos sistemas y los efectos que producen. Por eso decimos que los sistemas abiertos al sentido son realidades emergentes.

Los sistemas de sentido no funcionan para reproducir en su interior el mundo tal como es ahí afuera; mientras funcionan, no “reproducen”, mediante representaciones en forma de pensamientos o de palabras, el mundo exterior tal como es. Podríamos decir que los sistemas de sentido funcionan para sí mismos y son independientes, indiferentes y están ajenos a lo que pasa en el entorno.

Esta autonomía de los sistemas con respecto al entorno se explica por tres características que definen y distinguen tanto a los sistemas psíquicos como a la sociedad y los sistemas sociales (el sistema jurídico, el sistema político, el sistema educativo, el sistema religioso, el sistema económico, etc.):

Son operativamente cerrados. La estructura de pensamientos que un sistema psíquico ya posee, lo único que puede hacer es producir otros pensamientos que encajen dentro de esa estructura. En el caso de la sociedad y de los sistemas sociales que la componen, pasa lo mismo. La sociedad y los sistemas sociales producen comunicaciones a partir de comunicaciones: una comunicación da lugar a la comunicación siguiente.

Se producen y reproducen a sí mismos. Al estar cerrados operativamente, tanto la sociedad como los sistemas psíquicos producen los mismos elementos de lo que están hechos: comunicaciones y pensamientos, respectivamente. Y, mientras producen sus propios elementos, mantienen su propia dinámica, y su propia existencia. Esta característica de los sistemas psíquicos se llama autopoiesis. La función del entorno no es más que irritar al sistema para que esa operatoria se ponga en marcha.

Son autorreferenciales. Esta característica alude a la capacidad o a la propiedad que tienen los sistemas de sentido de referirse a sí mismos y de relacionarse consigo mismo, mientras operan. Por supuesto, esto no impide que los individuos con sus pensamientos o con las cosas que dicen puedan hacer un uso heterorreferencial de los elementos del sistema. Esto quiere decir que con nuestros pensamientos y nuestras comunicaciones también podemos aludir a lo que pasa, o a lo que está ahí afuera. Sin embargo, con    respecto al uso heterorreferencial de los pensamientos y las comunicaciones debemos saber dos cosas. Primero, que las representaciones del sistema no guardan ninguna relación de correspondencia necesaria con lo que representan del mundo externo. Segundo, el uso heterorreferencial de las representaciones permite que la dinámica interna de los sistemas siga su curso: se dicen cosas del mundo y de la realidad externa para que se siga hablando de ellas.

Si unimos los hilos encontramos que en la observación de segundo grado y en estas tres características radica la fortaleza del constructivismo sistémico: el mundo en el que vivimos hoy es un mundo de significados construidos sobre la base de observaciones de observaciones que solamente sirven a la reproducción de los sistemas de sentido sin que exista ninguna finalidad en el funcionamiento de éstos que esté relacionada con la transformación o la mejora del entorno.

 

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