Osvaldo Dallera

sábado, agosto 05, 2023

El sistema económico

 

El sistema económico[1]

 

Si bien es cierto que para la teoría de sistemas sociales no hay un sistema que esté ubicado jerárquicamente en la cima de la sociedad y por encima de los demás sistemas sociales, es difícil no concederle a la economía, en nuestro tiempo, por lo menos un papel condicionante sobre los individuos y sobre el resto de los sistemas de la sociedad.

El sistema económico es un emergente funcional de la sociedad moderna. Esto significa que surgió como consecuencia de problemas en ese orden que, con los recursos y mecanismos a su alcance, la economía premoderna (de subsistencia y mercantil en las transacciones, feudal en el modo de producción y estratificada en las relaciones sociales), no estaba en condiciones de afrontar.

Dentro del sistema económico moderno, los agentes económicos (personas, empresas, gobiernos, etc.) se comunican entre sí porque quieren proveerse de cosas que no necesitan inmediatamente. Esta particularidad nos habla de unos excedentes que suponen, al mismo tiempo un determinado tipo de escasez. Si adquiero algo que ahora no necesito es porque poseo otra cosa que el que necesita ahora lo que yo tengo, no tiene. Unos necesitan bienes o servicios para consumir, otros necesitan insumos y mano de obra para producir, y todos necesitamos dinero para funcionar. Los individuos, las organizaciones (principalmente las empresas) y el Estado componen el entorno interno del sistema económico.

 

Estructura funcional del sistema económico

 

En el nuevo contexto que plantea la modernidad, el sistema económico moderno se organiza en torno a la combinación de cuatro elementos básicos que le dan forma a su estructura funcional: un viejo problema reformulado, una operación, un medio y un ámbito de desenvolvimiento. El viejo problema de la economía es la escasez, la operación propia del sistema es el pago, el medio es el dinero y el mercado es el ámbito dentro del cual el sistema económico pone en funcionamiento esta estructura. La dinámica conjunta de estos elementos define el carácter autorreferencial del sistema y su apertura al entorno.

El principio de escasez (sobre todo escasez de dinero) determina el contexto de la economía, gobierna al sistema económico moderno, condiciona el desenvolvimiento social de los individuos y el funcionamiento de los demás sistemas sociales. En efecto, el sistema económico moderno reformula este viejo problema y construye una segunda escasez que es la escasez de los medios de pago, principalmente escasez de dinero. De modo que ahora lo que escasea es el dinero, no las mercancías (que siempre se producen en abundancia), ya que si se tuviera dinero se las podría pagar, pues todo puede comprarse.

La capacidad de pago pone en movimiento la economía, de modo que el pago es la unidad elemental del sistema económico. ¿Por qué? simplemente porque los pagos posibilitan otros pagos y hacen que el sistema no se detenga. Quien entrega algo a cambio de dinero está en condiciones de usar ese dinero para repetir la operación. En cierto modo pagar funciona como una carta de inclusión, un mensaje social que ratifica el funcionamiento del sistema diciéndole a todos que cualquiera que tenga dinero puede formar parte del sistema, es decir, podrá pagar cuando quiera hacerlo. En ese sentido, pagar, produce un efecto tranquilizador en los miembros de la sociedad. De hecho, es información para los que no están involucrados en ese evento concreto, pero saben que con dinero también ellos podrán entrar en ese circuito de pagos (podría decirse, estarán incluidos en el sistema). Así, el sistema se hace autorreferente, es decir, utiliza los pagos para su propio sostén y mantenimiento, con independencia de la relación que los pagos mantienen con el valor de aquello por lo cual se paga y las consecuencias que esos pagos (o no pagos) generan.

El medio dinero permite diferenciar al sistema económico de los demás sistemas sociales y hace posible los pagos. El dinero presenta la particularidad de que otorga una gran libertad para elegir qué, cuándo, cómo y a quién pagar. Quien lo tiene no está obligado ni a usarlo ni a retenerlo; puede atesorarlo, gastarlo, aceptar lo que se le ofrece, o rechazarlo. Como medio, además, garantiza que entre quien lo entrega y lo recibe se transmita información en forma de precios. Lo que hace el dinero es organizar el acceso a bienes escasos y producir distribuciones desiguales, necesarias para el mantenimiento de su propia circulación. El dinero generaliza la disposición convergente a intercambiar por parte de los actores económicos. Pero, según Luhmann, además de esa función simbólica, el dinero presenta, como la otra cara de esa misma moneda, una dimensión diabólica (“diabólica” no en el sentido moral o religioso sino en el sentido de lo que separa o divide). Esto quiere decir que en el mismo acto de intercambio el dinero expresa las divergencias existentes entre los participantes (divergencias en las urgencias, en las necesidades, en la cantidad y calidad de información, etc.). En este sentido Luhmann concluye que lo simbólico y lo diabólico del dinero se manifiesta en toda operatoria económica siempre que en el uso del dinero “… hay más divergencia que convergencia, aunque se trata de divergencia sobre la base de un intento de convergencia”.[2]

El ámbito dentro del cual se llevan a cabo estas prácticas del sistema es el mercado. Para Luhmann el mercado “es la percepción del consumo desde de la perspectiva de la producción y de la organización de la distribución”.[3] En el mercado los productores ven los esfuerzos de los competidores, siempre y cuando éstos influyan en las oportunidades de venta para atraer consumidores que para ellos siempre resultan escasos. Podría decirse que el mercado es el espacio económico producido por los productores y comercializadores para observar cómo observan los consumidores y para observar, también, cómo observan esa observación los competidores.

 

Clausura operativa y apertura al entorno del sistema económico

 

Dentro de este contexto y de esta estructura funcional al sistema no lo afecta ni qué, ni cómo, ni a quién, ni para qué se paga. Todos estos aspectos son externos al sistema económico y en este sentido, forman parte de su entorno. De manera que la clausura operativa o cerradura operacional del sistema consiste, justamente, en la cadena de pagos: sólo los pagos posibilitan que se pueda seguir pagando. De este modo el sistema se independiza de lo que pasa afuera y se hace autónomo de cualquier aspecto ajeno a su funcionamiento. Si lo queremos ver de otro modo, al sistema económico le es indiferente lo que hay detrás de cada pago para seguir funcionando, es decir, se independiza tanto del valor de las cosas por las cuales se paga como de los criterios que se eligen para pagar, y de los motivos por los cuales se decide o no pagar.

Sin embargo, aunque el valor de las cosas carezca de importancia, para poder pagar es necesaria alguna referencia que permita sostener el vínculo entre el pago y lo pagado. Ese recurso es el precio. Los precios son independientes del supuesto valor real de aquello a lo que se refieren. Esto quiere decir que para que los pagos sean posibles, se necesita un recurso, un mecanismo que establezca algún vínculo con lo que pasa en el entorno de la economía. Para establecer esa relación entre el sistema y el entorno, la economía se hace insensible al valor y recurre a los precios como criterio de referencia para poder realizar pagos. Los precios son variables, contingentes e influenciables entre otros factores, por el conjunto de interacciones y negociaciones que se producen en las diferentes transacciones que genera el funcionamiento del sistema.

Aunque el sistema económico es operacionalmente cerrado también es un sistema abierto al entorno. La apertura del sistema económico al entorno (es decir, a la relación de la economía con los otros sistemas de la sociedad y con las personas) se realiza a través, o por medio de las necesidades. Todo lo que pasa en la sociedad y que requiere dinero para efectuar pagos, son necesidades que abren el sistema económico a su entorno. Lo podemos decir de otra manera: las necesidades son el nexo que vincula al sistema económico con el entorno.

Si los precios sirven para regular las transacciones y ponerles una referencia cuantitativa, el criterio de ganancia funciona como el móvil por excelencia de la economía moderna.  El criterio de ganancia estimula para realizar transacciones comerciales, es productor de riqueza y es generador de problemas de distribución. El criterio de ganancia es utilizado por el sistema económico como una herramienta que le permite controlarse a sí mismo porque quien lo adopta, lo único que quiere es poder incrementar su capacidad de pago y esto, como sabemos, alimenta al sistema. Como dice Luhmann, los pagos benefician al pagador.  Quien va detrás de la ganancia se despoja de cualquier interés por cuestiones relacionadas con la producción (le es indiferente producir una cosa o la otra). Al mismo tiempo el criterio de ganancia está despojado de valoraciones y preferencias acerca del tipo de negocios, o desvinculado de la novedad (o antigüedad) del servicio o producto que hará posible alcanzar ese objetivo. También se desentiende de los criterios que impulsan a la contraparte de la operación a establecer un vínculo con él dentro del sistema económico. Dicho de otro modo, si él gana porque alguien le compró lo que vende, no espera que el otro le venda algo a él o que actúe impulsado por el mismo criterio.

En resumen, la relación entre la escasez y la operación de pagar (o no poder pagar) mediada por el dinero, hace que el sistema económico funcione con independencia de lo que sucede afuera (es decir, de lo que pasa en la sociedad, en la política, e incluso con independencia de los individuos que expresan en el mercado sus preferencias por unos bienes y servicios y no por otros).  Dicho de otra forma, en nuestra economía, todo gira alrededor de la cuestión de poder pagar con dinero o, si se prefiere, de tener dinero para poder pagar. El viejo problema económico de la escasez, entonces, se administra y se regula pagando con dinero. Y con esto la economía moderna universaliza dos elementos: la operación que es propia del sistema económico moderno (pagar/ no pagar) y el uso del dinero que hace posible que esa operación se lleve a cabo.

 

Prestaciones y función social del sistema económico

 

El problema social al que pretende dar respuesta el sistema económico cumpliendo con su función es el de articular dos tensiones que se producen en la sociedad moderna. La primera es una tensión de carácter material y que se puede expresar mediante la distinción acumulación/distribución. Lo que alguien o algunos acumulan (bienes o dinero) sale del circuito de la distribución. La otra es una tensión de carácter temporal. La relación presente/futuro es una relación siempre tensa: lo que unos acumulan hoy, otros pueden necesitarlo ahora o mañana.

De esta doble tensión surge el problema social al que tiene que hacer frente el sistema económico. Se trata de un problema de distribución material en el tiempo que necesita mantenerse en equilibrio. Mantener ese equilibrio, entonces, es justamente la función del sistema económico que consiste en regular la distribución de bienes y dinero escasos en el presente, con el objeto de restringir los problemas futuros en materia de satisfacción de necesidades. Sin embargo, aunque el sistema económico lleve a cabo su función, no puede impedir realizar una desigual distribución entregando más a los ricos (sobre todo más crédito y más oportunidades para explotar la movilidad de sus inversiones), que a los pobres.

La relación que el sistema económico mantiene con los individuos y con los otros sistemas sociales definen las prestaciones que la economía le brinda a cada uno de ellos. El sistema económico realiza prestaciones cuando satisface necesidades de las personas, pero también del sistema de salud, del sistema educativo, o del sistema de justicia. Ahora bien, la satisfacción de las necesidades no es la función social de la economía, sino que es una prestación del sistema a la sociedad. La función de un sistema tiene un carácter más general y abarcador que sus prestaciones. La función social del sistema económico es la de resolver un problema de la sociedad en general y no de individuos o sistemas sociales particulares.

Ya sea en el cumplimiento de su función social o en las prestaciones que la economía brinda a las personas y a los otros sistemas, las condiciones sociales e históricas del entorno agravan el problema de la escasez, la distribución y el futuro debido a que mientras el sistema funciona, la recursividad de pagos tiende a favorecer al que tiene mejores condiciones para operar dentro del sistema (o sea, al que está en mejores condiciones de seguir pagando). El que ya puede pagar incrementa su capacidad de pago. Esto, en el fondo, no es otra cosa que una tendencia a la concentración y una distribución desigual de la riqueza: el más rico, el que tiene mejores posibilidades de pagar, encuentra más y mejores oportunidades de incrementar su capacidad de pago, por ejemplo, mediante mejor acceso al crédito y mayor capacidad de diversificar sus inversiones. 

Este desfasaje temporal hace que unos adquieran para más tarde lo que otros podrían necesitar ahora, y genera desequilibrios en el presente, bajo la forma de escasez: lo que unos adquieren para más adelante, podría ser necesitado por otros, hoy. Entonces el problema de la economía consiste en intentar lograr una provisión estable de bienes y servicios en el futuro, a partir de la distribución actual. Este aspecto es el que determina la función del sistema económico, que consiste en poner en marcha un mecanismo social capaz de articular la concentración económica de largo plazo (de bienes y de dinero) con la distribución actual. En palabras de Luhmann, la función social de la economía consiste en “la generación y regulación de escasez para la desproblematización de la futura satisfacción de necesidades”.[4]

 

El problema de la regulación

 

Otra forma de abordar el problema de la relación entre política y economía es a partir de la pregunta acerca de si es posible que la política como sistema social diferenciado puede regular el funcionamiento de la economía que es también un sistema social operativamente cerrado y autorreferente. La respuesta de Luhmann a esta pregunta es “no”, si por regulación se entiende intervención externa de un sistema en otro con su propio esquema de distinción.

En el marco de la teoría de sistemas “regulación” significa puesta en práctica de la reducción de diferencias dentro de un sistema. O, dicho de otra manera, es la forma práctica en que cada sistema reduce sus propias diferencias internas. Por lo tanto, es improbable, según Luhmann, que un sistema, en este caso la política, pueda erigirse como un sistema superior, capaz y en condiciones de regular el funcionamiento de otros sistemas o de la sociedad en general. En concreto, no se puede aplicar el concepto de regulación política al funcionamiento de la sociedad. Se pueden hacer leyes relacionadas con la familia, pero la política no puede regular las diferencias en la distribución de afecto dentro del grupo familiar.

Detrás del concepto de regulación se esconde la idea de que es posible planificar la sociedad desde la política y se expresa una cierta confianza en que si eso se puede hacer entonces siempre que se hable de crisis económica se podrá pensar en alternativas políticas para superarlas. Además, con el uso del concepto se presupone que es difícil aceptar la idea de que las cosas pueden funcionar sin que haya algo o alguien que las oriente en algún sentido. En definitiva, siempre que se piensa en regulación hay expectativas acerca de que las cosas, en la sociedad, bien podrían ser de otro modo.

En este punto Luhmann confronta el punto de vista de la teoría de sistemas con las expectativas políticas que la teoría de la acción deposita en la regulación de la economía para resolver problemas sociales. Por lo general se tiende a pensar que, si algo no anda bien en la economía, algo se puede hacer desde afuera para arreglar lo que no funciona y para eso siempre se piensa en la política.

Esta idea de regulación como acción de la política sobre la economía encierra varios presupuestos. El primero de ellos es el que responde a la pregunta ¿quién regula? Se supone que, desde afuera de la economía, debe haber alguien (un sujeto, una organización) o algo (un plan) con capacidad y en condiciones de ejercer alguna restricción sobre la marcha de la economía tal como se desenvuelve en ese momento. Además, se asume que esa acción de regular se sostiene en (o responde a) algún objetivo que busca reorientar el sentido de la economía o darle otra dirección. Por último, se sabe que cualquier acción de este tipo se ejerce sobre un objeto que, se presume, es susceptible de ser regulado.

Entonces tenemos que desde la perspectiva de la teoría de la acción la regulación es ejecutada por un sujeto que tiene objetivos sobre un objeto al que se quiere redireccionar. Con lo cual, para Luhmann, con estas consideraciones realizadas desde la teoría de la acción queda abierto el problema de los alcances y límites de la regulación. Por si todo esto fuera poco, la regulación como acción sobre un objeto externo (en este caso la economía) produce efectos cuya particularidad es que no son regulados y que por lo general se presentan en forma de consecuencias buscadas, o no buscadas si quienes regulan no esperaban que suceda lo que finalmente sucedió. Esos efectos en forma de consecuencias, sobre todo si son no buscadas o no esperadas, permiten conjeturar deficiencias en la implementación de la regulación y, como desenlace probable, siempre existe la posibilidad de que cuando se explicitan las expectativas que lleva consigo la acción regulatoria se produzcan reacciones en contra que, habiendo sido advertidas, terminan funcionando como profecías autocumplidas.

Sin embargo, Luhmann niega que esto sea posible. Para él los sistemas sociales al estar funcionalmente diferenciados se autorregulan, y afirma: “Ninguna política puede sanear la economía, alguna de sus áreas parciales o las empresas particulares, pues para ello se requiere dinero, es decir, economía.”[5]

Para Luhmann, regulación dentro del marco teórico sistémico significa reducción de diferencias y los límites de la regulación son los límites que distinguen sistema y entorno. Por lo tanto, un sistema sólo se puede regular a sí mismo a partir de sus propias operaciones mientras se autorreproduce. La política se limita y regula a sí misma tomando decisiones vinculantes que producen efectos que la obligan a tomar otras decisiones. La economía se regula y limita en la circulación del dinero en forma de pagos que dan lugar a otros pagos.

Como sabemos, las diferencias son el resultado de observaciones que el propio sistema realiza trazando distinciones. Las distinciones que emplea la regulación son observaciones que distinguen o trazan una diferencia que produce efectos que, a su vez, dan lugar a otras observaciones de la primera distinción, con sus propios efectos. Observan la observación a partir de la cual se produjo una diferencia y cómo es posible reducirla a partir de otra observación. La regulación es una observación de segundo orden.

¿Qué es lo que ofrece el proceso de regulación a la vista del sistema que observa? Básicamente la regulación es información de una diferencia que se procura reducir, construida a partir de una distinción trazada por el propio sistema. Para Luhmann todas estas explicaciones teóricas de la regulación, desde los comienzos de la modernidad, estuvieron orientadas a reducir la diferencia denominada desigualdad. Pero el problema está en que la sociedad misma, en su funcionamiento es generadora de desigualdades por la sencilla razón de que cada sistema social, mientras funciona, produce diferencias (o sea desigualdades) con sus propias operaciones. Por ejemplo, en el sistema económico, la desigualdad se expresa en la distinción entre ricos y pobres, en la educación en la diferencia entre mejores y peores, en la política entre los que mandan y los que obedecen, etc. Para decirlo en pocas palabras, la desigualdad es una propiedad interna de todos los sistemas e inherente al funcionamiento de cada uno de ellos.

Con esto lo que Luhmann nos dice es que la diferencia que se quiere reducir no está afuera del sistema, sino que es construida por el propio sistema con sus observaciones. Afuera el mundo es como es. No es o no funciona como un repositorio de diferencias que están a la espera de ser reducidas o disminuidas. Por eso, regular es, en definitiva, observar una observación con otra observación de orientación diferente. Según Luhmann, los efectos de estas operaciones del sistema nunca terminan superando la diferencia que tratan de reducir y tras los efectos producidos, el sistema tiene que volver a autorregularse con sus propias operaciones. Para Luhmann, la regulación es a la economía lo que la roca fue para Sísifo. Antes bien, según el autor, sucede que la regulación nunca termina de conseguir lo que se propone y sólo alcanza un acercamiento de las condiciones de los dos lados de la distinción. Dicho de otra forma, en lugar de ver subir a los de abajo todos terminan juntándose en el medio. Por lo tanto, hay tres cosas que, según Luhmann, no se pueden esperar de la regulación: 1. que tenga éxito, 2. que el orden sea un resultado de su aplicación, y 3. que, como resultado de su fracaso, se genere desorden.

Cuando se pretende regular hay que confrontar con estructuras que están antes de que la regulación pensada se pueda poner en marcha. La regulación se piensa para ser aplicada afuera del sistema, pero a partir de las estructuras del sistema que la piensa. Por eso el mito de Sísifo: la regulación apunta a estructuras de otros sistemas que una y otra vez, con sus operaciones, reproducen aquello que se pretende regular. La regulación se aplica, produce un efecto, a partir de ese efecto la regulación es observada por otros y esa observación también genera reacciones. Quien regula puede anticipar esa secuencia, pero no la puede evitar. Puede planificar la regulación, puede prever la observación y la reacción que resultará de ella. pero no puede evitar que todo eso suceda. Quien observa la planificación de la regulación, su aplicación y sus efectos también es parte de la sociedad y hace su juego.

Todos los sistemas tienen una racionalidad que le es propia y se ajusta a los requerimientos de su funcionamiento. Cada sistema, mientras funciona, genera asimetrías que requieren ser reguladas internamente a partir de la racionalidad particular de ese sistema que sopesa soluciones, selecciona las que considera mejores para la continuidad del sistema y desecha las demás. Eso es regulación interna, eso es evaluación de diferencias y eso es, también, producción de desigualdad: para la salud del sistema hay soluciones mejores que otras. Decir mejor y peor es una forma de calificar las asimetrías internas de todos los sistemas.

Frente a esta manera de funcionar de los sistemas, según Luhmann, se puede observar la desigualdad como problema o asumirla como punto de partida para las operaciones recursivas del sistema. La mirada de Luhmann sobre la relación entre pretensiones de regulación y desigualdad es concluyente: “A pesar de las particularidades que se dan en cada sistema funcional, el postulado de la igualdad explica el impulso regulativo, la más o menos desbordante manía regulatoria de la sociedad moderna. La distinción igual/desigual ofrece un esquema especialmente favorable para programas de reducción de diferencias de todo tipo y, con ello, la política se ve exigida de manera especial. El esquema igual/desigual ofrece buenas posibilidades de entendimiento con las pretensiones regulativas en la sociedad moderna y buenas posibilidades también de exponerse a la observación. Pero obviamente no ofrece la posibilidad de que la regulación supere efectivamente la diferencia igual/desigual en dirección de la igualdad y que pueda permanecer ahí. El esquema de la igualdad solo tiene la función de aportar una especie de legitimidad a la regulación, esto es, seguridad frente a observadores no especificados”.[6]

 

Las pretensiones políticas de regular la economía

 

El sistema económico se autorregula cuando resuelve diferencias de dinero en los pagos. Si la regulación se efectúa en alguna diferencia observada en una variable de la economía (por ejemplo, en la tasa de desempleo o en las variaciones del tipo de cambio) no se produce una autorregulación del sistema económico. En ese caso se trata de una observación del sistema político que afectará una variable económica.

No se puede, con la regulación política, eliminar las diferencias que hacen lugar justamente al funcionamiento del sistema económico y a su distinción como sistema. Si eso sucediera, el sistema económico dejaría de existir.  Lo que sí se puede es observar desde la política las diferencias que se producen en las transacciones con dinero y elaborar programas de regulación con pretensiones de reducción de esas diferencias. Por eso Luhmann insiste en que las referencias sistémicas política y economía permanecen separadas y la autorregulación de la economía solo se puede especificar a través de distinciones en las cantidades de dinero (Luhmann, N. 2017: 456). Lo que de algún modo quiere decir que el significado de la palabra regulación aplicada al interior del sistema económico no es el mismo que el que adquiere cuando se usa desde la perspectiva del sistema político. Regulación al interior del sistema económico es autorregulación en las diferencias en los pagos con dinero para que el sistema siga funcionando con operaciones propias. Regulación desde el sistema político es intervención externa sobre variables económicas. Quien se asume como regulador desde afuera de la economía observa la realidad desde sus propias posibilidades de intervención, pero no puede ignorar que esa forma de observar también puede ser observada incluso desde la posibilidad de resistir esa posible intervención.

La regulación no puede pasar por encima de la realidad construida por el sistema económico a partir de su propio código y de sus propias distinciones. El código del sistema económico no varía, pero sus programas de ejecución del código pueden variar si son influenciados por los programas políticos. Esta posibilidad de variación que presentan los programas puede ser aprovechada por la política para regular la economía. Así, en materia de regulación, la tarea de la política consiste en influir con sus programas en los programas de la economía para reducir las diferencias internas. Por eso, la política no puede intervenir con sus programas en las cantidades que definen las diferencias internas del sistema económico. Esas cantidades que siempre se expresan en pagos o, más en general, en transacciones hechas con dinero son autorreguladas internamente con los programas de la economía. Ante esta forma de operar de los sistemas funcionales lo único que le queda a la política es observar los efectos que tiene la influencia de sus programas en la economía con el propósito de medir el grado de sus éxitos o sus fracasos y, consecuentemente, para armar nuevos programas que vuelvan a influir sobre esos efectos.

Cuando Luhmann analiza el problema de la regulación en los países en desarrollo le dedica un párrafo a la posición de los excluidos dentro de las diferencias producidas por el funcionamiento del sistema económico. Cuando las diferencias se reproducen continuamente, dice, los excluidos observan los efectos del funcionamiento del sistema con su propio esquema de distinción con la idea de que a partir de esas observaciones puede ser posible aplicar programas que reduzcan esas diferencias. Al mismo tiempo, y con más frecuencia de lo que se cree, muchos programas de regulación influyen en la economía profundizando las diferencias existentes. Cuando esto sucede, dice Luhmann, se inhiben las posibilidades de los afectados de poder comunicarse dentro de los diferentes sistemas en los que deberían hacerse escuchar. En muchos casos el efecto de exclusión llega al punto en que los excluidos pierden la capacidad de poder comunicarse en los diferentes sistemas funcionales: “en el lenguaje del derecho (haciendo valer sus aspiraciones), … en el de la economía (pagando o no pagando), … en el de la política (por medio de violencia)”[7]






[1] Extraído de: Dallera, Osvaldo (2023): Sociología económica. Sistema económico y sociedad. Amazon

[2] Luhmann, Niklas (2017): La economía de la sociedad. México, ed. Herder. P. 360

[3] Luhmann, N. 2017: p. 152

[4] Luhmann, N. 2017: p. 142

[5] Luhmann, N. 2017: p. 437

[6] Luhmann, N. 2017: p. 456

[7] Luhmann, N. 2017: P. 463

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