La familia como sistema social[1]
Desde una perspectiva sistémica las familias se
forman como sistemas sociales, es decir, como sistemas de comunicación. Esto
significa que la familia, socialmente,
está compuesta por las comunicaciones que
se producen entre sus miembros y no por los individuos que interactúan en
el grupo, como supone la teoría sociológica tradicional. Dicho de otro modo, el
componente de una familia es la comunicación producida entre sus integrantes y
no cada uno de ellos tomados como individuos psicofísicos. Desde luego, la
comunicación familiar presupone la presencia de esos individuos vinculados
entre sí, porque de lo contrario no habría comunicación.
La familia es un sistema autónomo, y como tal reúne
las propiedades de todos los sistemas sociales. En primer lugar, es un sistema operacionalmente cerrado. Esto
quiere decir que la dinámica familiar depende y se alimenta sólo de las
comunicaciones que se producen entre los integrantes del grupo familiar. En
segundo lugar, las comunicaciones de la familia son autorreferenciales, es decir, son comunicaciones que se generan a
partir de otras comunicaciones que circulan en la familia. Esas comunicaciones
familiares siempre están ligadas al interés temático momentáneo de quienes
forman parte de ella, y de esa forma nace y se reproduce el sistema. En la
familia se habla acerca de lo que se habla en la familia y eso genera más
comunicación familiar.
¿Qué quiere decir que “en la familia se habla
acerca de lo que se habla en la familia”? La
comunicación familiar surge de las observaciones
que cada uno de sus miembros hace sobre las comunicaciones y las conductas de
los otros miembros integrantes. Cada uno observa al otro no sólo en lo que dice
o hace, sino también en cómo ese otro observa, es decir, cada uno observa las
observaciones del otro dentro de la familia. Cada uno observa lo que el otro
dice, pero desde su posición de observador puede captar cosas que los demás no
perciben. En esta trama cada uno pone en juego sus observaciones con lo que
dice, pero también con lo que calla. Estas observaciones de observaciones se
denominan “observaciones de segundo orden”, y se diferencian de las de primer
orden en que éstas observan, podríamos decir, los hechos del mundo externo
directamente. Si yo miro un partido de fútbol ésa es una observación de primer
orden. Si yo leo el comentario o escucho el relato del mismo partido hecho por
un periodista, la mía es una observación de segundo orden: estoy observando
cómo observaron el partido, el relator y el periodista. Dentro de la familia,
la observación de segundo orden es la observación de cada uno de los miembros
sobre las observaciones de los demás, acerca de lo que se comunica al interior
del grupo familiar.
A los efectos del sistema social familia, todo lo
que acontece fuera de ella, pero también el cuerpo y el aparato psíquico de
cada uno de los miembros que la integran, forman parte del entorno familiar.
Esta es la forma en que los sistemas sociales se reconocen como tales: a partir
de la distinción entre sistema y entorno.
Todo lo que no forma parte del sistema (es decir, en este caso, todo aquello
que no es comunicación interna, dentro de la familia), es entorno. Entorno, en definitiva, es todo aquello
que está fuera de los límites del sistema. Esto significa que lo que hacen los
miembros de una familia (ponerse en pareja, invertir en una propiedad), tanto
interna como externamente (encerrarse en el dormitorio, o pedir una consulta al
médico), es exterior a la familia como sistema. Lo social de la familia está en
sus comunicaciones y no, por ejemplo, en el dolor de estómago del padre, en el
aislamiento del adolescente en su cuarto, o en el examen que aprobó la hermana
en la escuela media. Cada una de esas
circunstancias forma parte del entorno familiar, es decir, está afuera y no
adentro de la familia. Sólo ingresan a la familia cuando se comunican, es
decir, como comunicaciones que pertenecen al sistema.
Pero ¿cómo ingresa todo lo que es exterior a la
familia? Esta pregunta equivale a interrogarse por cómo ingresa el entorno al
interior del sistema. La respuesta a esta pregunta, según Luhmann, es que la
distinción sistema/entorno, aplicada al sistema familia se realiza en personas.[2] Para entender mejor todo esto es imprescindible comprender el
significado del concepto “persona” dentro del marco teórico en el que se
sostiene la teoría de sistemas sociales. Para la teoría de sistemas sociales
una persona es la construcción resultante de una observación hecha por un
observador, sobre lo que un individuo dice, expresa y, en general, comunica. En
otras palabras, para Luhmann las personas son unidades de imputación de
acciones y responsabilidades a partir de sus comunicaciones dentro del sistema
social familia[3]. De manera que dentro de esta teoría una persona no es un sujeto, un
individuo, digámoslo así, compuesto por un organismo y un sistema psíquico: una
persona es la construcción que surge de las observaciones de los demás a partir
de lo que un individuo comunica dentro del sistema. Una persona, en pocas
palabras, es un artefacto construido a partir de observaciones, y al que se le
puede atribuir cualidades al solo efecto de ser utilizado en y para la
comunicación.
Así, la familia es un fenómeno social resultante de
la distinción de personas (=comunicaciones de cada individuo observadas por los
otros miembros del grupo). Con lo que cada miembro comunica dentro del grupo
familiar, permite ingresar su propio entorno a la familia. Dicho de otro modo,
la forma que tiene el entorno de ingresar a la familia es a través de las
personas construidas al interior del sistema a partir de las observaciones que
los otros miembros del grupo hacen de las comunicaciones del individuo
observado.
De manera que el mundo extrafamiliar ingresa a la
familia mediante las observaciones que sus miembros hacen sobre la comunicación
acerca de los hechos y las acciones que cada integrante mantiene con su propio
mundo exterior y con sus vivencias internas. La madre le cuenta a su esposo y
sus hijos que está triste (su vivencia) porque su mejor amiga está enferma (un
hecho del mundo exterior). Mediante esa comunicación la madre asume el estatuto
de persona a partir de la observación que hacen de su comunicación, el esposo y
los hijos, y el entorno de la madre ingresa de ese modo a la familia. Cada
integrante receptor de la comunicación observa lo dicho desde su perspectiva.
Sólo esto, y no otra cosa, resulta socialmente relevante para la familia. Quien
se va de la familia o elige no contar lo que le pasa interrumpe la comunicación
familiar y, con ello, desarticula la estructura del sistema.
De esto se desprende que, contrariamente a lo que
se supone, la familia no tiene la función de socializar a sus miembros, en el
sentido de prepararlos para que en el futuro sepan desenvolverse en los
distintos ámbitos y circunstancias sociales por los que deban atravesar. Lo que
sí hace la familia es ayudar a sus miembros a ser personas, es decir, a ser
capaces de comunicación dentro del grupo familiar, y esto también es incluir a
la persona en la sociedad. En este sentido podríamos decir que “…la familia es un sistema parcial que
tiene la función de incluir a la persona entera de los
participantes en la comunicación”[4]; dicho de otra forma, la función de la familia
consiste en hacer que las personas que la componen estén familiarmente
incluidas, en tanto y en cuanto esas personas son capaces de comunicación; como
ya dijimos, capaces de hacer ingresar el entorno al sistema a través de sus
conductas y sus expresiones.
Como vemos, el entorno ingresa a la familia a
través de lo que cada uno de sus miembros comunica dentro de ese sistema. Pero
también ocurre que el sistema penetra y produce efectos en su entorno. El
aparato psíquico de cada integrante de la familia es entorno del sistema
familiar porque ni el cuerpo ni el psiquismo de los individuos forman parte del
sistema social familia que sólo está integrado por comunicaciones. O, dicho en
otros términos, cuerpos y sistemas psíquicos están afuera y no adentro del
sistema familia. Por lo tanto, lo que circula como comunicación en la familia,
también deja sus huellas en el psiquismo de sus miembros. En efecto, en el
juego de observaciones de observaciones y de comunicaciones dentro del sistema
familiar se produce otro hecho tan interesante como inquietante: la forma en
que esas operaciones familiares ingresan en el aparato psíquico de cada uno de
los miembros de la familia.
Dentro de la teoría de sistemas el ensamble de un
aparato psíquico con un sistema social se denomina “acoplamiento estructural”.
El acoplamiento estructural es el
engarce de un sistema social (en este caso el grupo familiar) con un sistema
psíquico (el aparato psíquico de cada miembro de la familia), mediante el
lenguaje (lo que unos se dicen a otros dentro del grupo). Cuando esto sucede,
el sistema psíquico puede distinguir lo que puede afectarlo psíquicamente, y
puede manejarlo, de lo que puede ser una afectación social. Pero disponer de
esa capacidad requiere de una fortaleza psíquica que no siempre está a
disposición del afectado. Quien no puede manejarlo, enferma o termina la
relación (se divorcia, se va de casa, etc.). Nuestra época, por suerte hizo uso
de la libertad para descomprimir situaciones agobiantes.
En cierto modo esa libertad hizo de las familias
modernas “sistemas sociales comunicativamente desinhibidos”. Cualquier miembro
de una familia hoy puede decir (casi) cualquier cosa. Puede interpelar a otro
miembro, puede hacer sugerencias, incluso también puede obrar sin tener que
consultar o pedir permiso. En sus relaciones recíprocas, los miembros de una
familia saben que los otros pueden actuar en las mismas condiciones, de modo
que para que esta desinhibición no degenere, cada uno mantiene su posición
usando la potencial desinhibición de los demás como protección de su propia
desinhibición: si ellos pueden (hablar o callar), yo también. De este modo, y por este motivo, se genera
una especie de orden o armonía construida internamente que es propia de cada
grupo familiar. Cada miembro de la familia tiene su propio umbral de
desinhibición, porque al observar que el otro o los otros también podrían decir
o hacer según les plazca, ese potencial se neutraliza mutuamente. Cada uno se
cuida bien de lo que dice o lo que calla porque, de esa manera, sabe que los
otros también hacen lo mismo y que con ese comportamiento todos resultan
funcionales al mantenimiento de la armonía, siempre relativa e inestable, del
grupo familiar. Por eso, aunque está a su disposición, ningún miembro utiliza toda
la desinhibición de la que es capaz. Cada uno sabe lo que puede y lo que no
conviene decir frente a los otros, de tal forma que se expresa, pero al mismo
tiempo se guarda lo que a su juicio puede exhibir los problemas familiares
estructurales. Como quienes componen el grupo familiar se conocen entre sí lo
suficiente, terminan por seleccionar los temas que son comunicativamente
viables dentro de la familia y transforman en tabú, o en temas de los que
“mejor conviene no hablar”, esas otras cuestiones potencialmente conflictivas.
No faltará quienes alberguen expectativas de tiempos más propicios para decir
lo que ahora no se puede, pero, también eso, la mayoría de las veces se aplaza
indefinidamente.
Dentro de este marco cada uno cree que conoce más o
menos bien a todos los demás. Con el paso del tiempo uno empieza a darse cuenta
de que los otros no son tan conocidos como nos parecían, pero claro, ya cada
cual hizo de sus comunicaciones y de sus conductas para con los otros un
estereotipo y entonces todos comienzan a comportarse como los demás esperan,
porque de esa forma se evitan rispideces. Desde luego, también pasa que las
cosas no sean tan así y la conversación se transforme en pelea y la convivencia
en huida. Por eso, esa función inclusiva de la familia, observada desde afuera,
puede entenderse como éxito o fracaso sin que en uno u otro caso pierda su
condición socializante.
Como resultado de este funcionamiento sistémico la
familia exhibe algunas características que conviene destacar. En primer lugar,
la familia es un sistema social cuya comunicación está orientada hacia las
personas. Al mismo tiempo es un sistema muy sensible a los cambios que se
producen en las personas que la integran. Por ejemplo, la planificación
familiar o el crecimiento de los hijos son factores que afectan al sistema en
su conjunto.
En segundo lugar, los miembros de una familia toman
lo que los otros miembros hacen o dicen, como comunicación intrafamiliar
producida por el miembro observado a partir de lo que él o ella observaron de
los otros miembros. A partir de las observaciones de uno sobre cómo lo observan
los otros miembros de la familia, uno actúa en consecuencia. De este modo, la comunicación familiar
funciona como un espejo de observaciones de observaciones. Se advierte de
inmediato que esta dinámica incrementa considerablemente la comunicación
familiar y produce la propia historia de la familia.
En tercer lugar, la estabilidad y la dinámica del
sistema familiar no es el producto de una estructura normativa ni tampoco de un
orden negociado. Es, más bien, el resultado de cómo cada miembro observa cómo
el otro observa lo que cree que está bien o está mal, y dentro de qué contexto
cree una cosa y la otra. Esto no
significa que no hay normas dentro de la familia o que no existan logros en el
grupo mediante fórmulas de consenso. Lo que significa es que la estabilidad
familiar es consecuencia de la observación de cada miembro a las observaciones
de los otros y, por tanto, de la adecuación de la comunicación a esas observaciones
de segundo orden (= observaciones de observaciones). De este modo, ninguna
familia, en tanto que sistema parcial de la sociedad, es un orden
predeterminado por normas o acuerdos sino un sistema dinámico que ajusta sus
expectativas a cada instante, en virtud de la observación de segundo orden.
En cuarto lugar, y consecuentemente, la relativa
“armonía” familiar no es otra cosa que el orden que construye un observador, en
un determinado momento, a partir de las observaciones de las observaciones de
los demás sobre lo que ese observador hace o dice. Lo que permite que todo esto
suceda es el conocimiento reciproco de las personas (= construcciones para la
comunicación) a partir de observaciones.
En resumen, para la sociología sistémica la familia
es un fenómeno social cuyo único componente real es la comunicación que, por
supuesto, presupone a los miembros que la componen y que dentro del sistema
funcionan como personas. Como la familia es un fenómeno social, está sujeta a
los condicionamientos y variaciones históricas. En la premodernidad fue un
vehículo de integración de los miembros de cada familia con otras familias, con
la política y la economía, por lazos hereditarios. En nuestro tiempo esa
función y ese mecanismo quedaron relegados, y la familia funciona como sistema
de socialización de sus miembros, hacia dentro del propio sistema familiar.
Esto significa que las transformaciones sociales producen alteraciones en la
estructura familiar. Sólo cuando los avatares de cada uno de sus miembros
ingresan a la familia como comunicación, la familia procesa esa información y
con ello construye a la persona dándole cabida al interior del sistema.
[1]
Fragmento del libro: Dallera Osvaldo (2020): Sociología de la familia, del sistema educativo
y de la escuela. Amazon
[2]
Luhmann, Niklas (2016): Distinciones
directrices. Madrid, CIS, Centro de Investigaciones Sociológicas, página
95.
[3]
Ídem, página 97
[4] Giancarlo Corsi, Elena Esposito, Claudio
Baraldi (1996): Glosario sobre teoría
social de Niklas Luhmann. México –
Barcelona, coedición Instituto
Tecnológico y de Estudios
Superiores de Occidente (ITESO), Editorial Anthropos. Página 82
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