Osvaldo Dallera

miércoles, julio 26, 2023

El sistema escolar. La escuela como sistema social

 

El sistema escolar[1]


El origen del sistema escolar como subsistema del sistema educativo

 A partir de comienzos del siglo XIX la educación se organiza bajo el formato de lo que hoy conocemos como escuela y funciona como un subsistema del sistema educativo. Esta diferenciación interna comienza por las prácticas que se llevan a cabo dentro de la escuela. Por ejemplo, aparece la figura del maestro que le tiene que enseñar las mismas cosas a un conjunto de alumnos, mediante técnicas y estrategias adecuadas para lograr ese objetivo (se seleccionan temas para ser enseñados, se ubica a los alumnos dentro de un aula adoptando una determinada disposición espacial, se ejerce el control sobre las conductas mediante recursos disciplinarios, se los divide por edades, se establecen reglas de promoción a cursos superiores, etc.).

El sistema escolar moderno es un sistema parcial de la sociedad. Sus elementos son las comunicaciones que se producen como resultado de las relaciones que mantienen los actores del sistema en sus respectivos roles de alumnos, profesores, padres, maestros, directivos, funcionarios, organizaciones, etc. Así, por ejemplo, un tipo de comunicación que distingue al sistema escolar como subsistema del sistema educativo y de los demás sistemas sociales es la pregunta y la respuesta en el examen, y la devolución del profesor a los alumnos en forma de calificaciones. Cada una de esas comunicaciones genera expectativas que, a su vez, delimitan el universo de comunicaciones posibles que pueden formar parte del sistema.

 La escuela como organización

 Desde la perspectiva sistémica la escuela adquiere el perfil de una organización moderna. Las organizaciones modernas son sistemas que observan (y se observan a sí mismas) y que traducen sus observaciones en decisiones. Dentro de la escuela, como sucede dentro de cualquier organización moderna de la sociedad, se toman decisiones que, en función de las circunstancias que las rodean, siempre aparentan ser decisiones racionales, es decir, medios para alcanzar ciertos fines: se decide enseñar estos contenidos y no aquellos, se decide, bajar los niveles de complejidad y exigencia para favorecer la retención del alumnado y mantenerlo dentro del sistema educativo, etc.

Las organizaciones toman decisiones con el propósito de absorber incertidumbre. Pero, al absorber la incertidumbre mediante la toma de decisiones en el presente, las organizaciones generan riesgos a futuro. Al transformar las incertidumbres en riesgos, lo que se logra es generar nuevos problemas que se desconocen y sobre los cuales deberán recaer nuevas decisiones, que volverán a absorber incertidumbre, transformándolas en nuevos riesgos. De algún modo, esa forma de proceder es lo que explica su supervivencia.[2]

Este modo de entender la escuela cambia por completo el enfoque con respecto a la función social que cumple. En primer lugar, ya no puede ser vista como una organización que realiza objetivos (por ejemplo, pulir a los alumnos, o construir una sociedad más “culta”), sino que hay que entenderla como una organización que busca sus objetivos en función de lo que en cada momento no se sabe. En este sentido, la escuela está ocupada en reformular constantemente la manera en que observa el mundo y la realidad que la circunda con vistas a modificar a cada instante sus objetivos en función de los cambios que experimenta el entorno.

En segundo lugar, la escuela, en principio, parece confiable porque hace siempre lo mismo, funciona de manera rutinaria (por eso absorbe incertidumbre) y reformula una y otra vez sus objetivos. Sin embargo, los resultados sociales que arroja no siempre son los que se esperan de ella. Por eso, la escuela es una organización que reacciona a los propios efectos o resultados que genera. Por ejemplo, como tiene que mantener a la mayor cantidad posible de estudiantes dentro del sistema, entonces, muchas veces acredita que hay alumnos que saben lo que no saben y ese es el precio que paga para que esos alumnos sigan “en carrera”. Pero después tiene que elaborar nuevos objetivos y programas que les permitan, a esos alumnos que siguen estando adentro, justificar la faceta pedagógica y educativa de la escuela. El punto es que esos alumnos que aprobaron sin saber luego salen a incorporarse a otros sistemas de la sociedad “como si supieran”: sus certificaciones se lo permiten. Es en este sentido que decimos que la escuela es una organización que se observa a sí misma y que se construye momento a momento. Los efectos de sus prácticas arrojan sobre ella nueva incertidumbre y eso le exige buscar nuevos objetivos. 

En tercer lugar, la manera en que la escuela se observa a sí misma es a través de la planificación, la programación y la dirección de las operaciones que lleva a cabo (enseña, evalúa, controla, en una palabra, sanciona).  Sin embargo, a pesar de que planifica y controla no puede predeterminar los futuros estados del sistema, ni siquiera las futuras relaciones entre ella y su entorno. Dicho en forma más concreta, haga lo que haga, la escuela no puede decirse a sí misma cómo va a ser ella más adelante, ni tampoco qué va a pasar con las categorías de alumno y profesor, ni con la configuración del sistema educativo en su conjunto (es decir, con su entorno), sencillamente porque no puede controlar los resultados que se desprenden de sus operaciones. Como cualquier otro sistema social, la escuela evoluciona “ciega” ante su propio futuro. Todo lo que puede hacer es dejar que los efectos que se desprenden de sus propias operaciones reingresen a la escuela en forma de nuevos problemas para intentar darles una respuesta mediante la reformulación de sus objetivos y de sus prácticas. Por eso, para la teoría de sistemas las organizaciones como la escuela son nada más que decisiones: a cada instante tienen que decidir qué hacer y cómo, con lo que se les viene encima. Por ahora, el reingreso de los problemas del sistema en el sistema la mantiene viva a ella y al sistema educativo, y eso es lo que cuenta.

 Código, programa y medio de comunicación simbólico del sistema escolar

La escuela como organización hace operativas sus decisiones mediante la aplicación de programas que ejecutan su propio código, y a través de la utilización de su específico medio de comunicación simbólico.  En el caso del sistema educativo el código que lo identifica es mejor/peor y se expresa de dos maneras. Cuando se toma el sistema educativo en su conjunto este código se expresa en la carrera o la trayectoria del estudiante en términos también binarios: seleccionado/excluido. Los seleccionados siguen en carrera, y los excluidos quedan afuera de cualquier circuito que requiera de credenciales educativas para continuar incluido (por ejemplo, continuar estudios universitarios o conseguir empleos que requieren alguna calificación).

Pero el código del sistema educativo no sólo se expresa de manera binaria cuando se analizan trayectorias, sino que también se expresa en la actividad del día a día de los alumnos en los términos binarios aprobado/reprobado. Es obvio que, a la larga, la trayectoria global termina construyéndose sobre la base de muchos aprobados o reprobados. Para diferenciar estas dos formas de expresión que adquiere el código diremos que la expresión seleccionado/excluido se utiliza como código propio del sistema educativo global y la distinción aprobado/reprobado es más propia del subsistema escolar.

Entre los programas que usa el sistema escolar se destacan los exámenes, los trabajos prácticos y cualquier otra técnica evaluativa que sirva para poder poner en acto el código aprobado/reprobado en el orden del aprendizaje de contenidos. Los reglamentos de convivencia, o cualquier otro mecanismo regulador de la disciplina escolar son utilizados para aprobar o desaprobar los comportamientos individuales o colectivos de los estudiantes.

El medio de comunicación simbólico del sistema escolar son las calificaciones (en las evaluaciones y en la convivencia), y la carrera o la trayectoria que exhibe cada uno de nosotros es el medio de comunicación del sistema educativo tomado en su conjunto, cada vez que la sociedad en general u otro sistema parcial de la sociedad requiere que le digamos cómo nos fue mientras lo transitábamos.

 Autorreferencia y heterorreferencia del sistema escolar

Las comunicaciones que se producen dentro del sistema escolar son comunicaciones que hacen referencia a ese sistema y a ningún otro. En este sentido, el sistema escolar es un sistema autorreferente. Observemos este ejemplo. Las calificaciones que los profesores vuelcan en sus libretas o en las actas constituyen una operación que es propia del sistema escolar. Es un requisito del funcionamiento del sistema que los alumnos sean calificados en algún momento por sus profesores, para certificar si progresan o no en sus aprendizajes, si cumplen o no con los objetivos de la escuela, y, por tanto, para dejar constancia de si pasan o no de un curso a otro. Ese es el aspecto autorreferencial del sistema: las notas le sirven al sistema, para mantenerse en funcionamiento. Observemos que se trata de certificar y de dejar constancia, dos requisitos del funcionamiento del sistema, independientes de los aprendizajes de los alumnos. Sin embargo, eso no impide que, por lo general, con esas mismas calificaciones se pretenda hacer referencia a eso que, supuestamente, aprendieron los alumnos y expusieron en sus exámenes, en sus lecciones y en sus comportamientos. Ese es el aspecto heterorreferencial del sistema: en este caso, una comunicación propia del sistema escolar se utiliza para cumplir con otra función que no es la específica de ese sistema. Por ejemplo, se usa la calificación para intentar explicar lo que un alumno supuestamente tiene en su cabeza sobre alguna asignatura. Por supuesto, entre la nota volcada en el acta (la constancia) y lo que se pretende referir con esa nota fuera del sistema escolar (es decir, el aprendizaje del alumno), no hay ninguna relación necesaria ni de correspondencia. El acta puede contener un diez y la cabeza del alumno, en un caso extremo, puede no estar ni siquiera enterada de por qué figura esa calificación entre sus notas.

Así, autorreferencia quiere decir que el sistema escolar produce calificaciones para que los alumnos continúen dentro del sistema para seguir produciendo califica-ciones que luego el sistema eduativo utilizará para confeccionar la trayectoria de cada uno y, de ese modo, cumplir con su función selectiva.

Selección pedagógica y constatación de rendimientos

Como el sistema educativo debe seleccionar a quienes van a integrarse en la sociedad, entonces necesita de algo que le permita justificar esa selección. Por eso la escuela toma exámenes y, en función de lo que cada alumno rinde en esas instancias, pone calificaciones. El rendimiento justifica la selección y la selección legitima la sociedad de rendimientos.

A partir de principios del siglo XIX los exámenes y las calificaciones se vuelven instrumentos de constatación de rendimientos y, por lo tanto, de selección. Para ser seleccionado hay que rendir. La unidad de rendimiento y selección resultó útil para fomentar la creencia de que había una relación de correspondencia entre lo que el alumno realmente había aprendido y lo que quedaba reflejado en sus rendimientos por vía de los exámenes. En suma, el siglo XIX trata el problema de la selección como un problema de exámenes y, consecuentemente, como un problema de rendimiento de los alumnos. A partir de ese momento al problema de distribuir educación de manera igual entre todos, la selección pedagógica le suma la dificultad de tener que constatar los rendimientos de quienes se educan. Este cambio, con respecto a la situación anterior se tomó como una mejora.  Pero este valor no logra desplazar de la conciencia el hecho de que ahora la selección que realiza la escuela reemplaza a la selección natural.

Durante el siglo XX se asienta el intento de salvaguardar la inclusión de toda la población en el sistema educativo, aunque al mismo tiempo se toma conciencia de que en el interior del sistema se produce una selección pedagógica que ahora la lleva a cabo la organización escolar (la escuela) en reemplazo de la selección que antes ejecutaban la naturaleza y el medio social de procedencia. La correlación entre selección y rendimiento es clave y se mantiene más o menos firme.

Instrumentos de selección

Para contribuir a la función social de selección del sistema educativo la escuela se vale de dos subsistemas que le proporcionan los instrumentos necesarios para hacer efectiva esa tarea. Con esos instrumentos va encasillando a los alumnos según su rendimiento hasta imprimirle casi una identidad que es el fruto de las múltiples interacciones que establece con sus docentes.

a.   El subsistema de interacción educativa. El maestro no sólo educa, sino que también selecciona. Y esto no puede ser de otra manera porque el docente debe emitir un juicio sobre el rendimiento de los alumnos y queda claro que ese juicio no puede ser uniforme para todos. Para eso, los recursos más inmediatos con los que cuenta son aquellos que utiliza en sus encuentros (interacciones) con los alumnos y se destacan tres: el examen, las calificaciones y los señalamientos.

El instrumento de selección más potente y explícito dentro de este subsistema educativo es el examen. Según Foucault, el examen aparece, junto con las tácticas disciplinarias, como otra forma de ejercer el control sobre los jóvenes con el propósito de objetivar la transmisión de conocimientos que se da del profesor al alumno. Para Luhmann, además de ejercer una función de control, en los exámenes "se concentra la acción de la selección".

Íntimamente relacionado con el examen, el otro instrumento que utiliza el sistema educativo para seleccionar pedagógicamente a los alumnos son las calificaciones.  Las calificaciones tienen su ámbito de aplicación dentro del salón de clases y evalúan el rendimiento en relación con la exigencia y la experiencia desarrollada en el aula. Fuera de ese espacio su valor informativo es casi nulo.

Las calificaciones constituyen el nexo que vincula la enorme cantidad de evaluaciones por las que pasa un alumno en su tránsito por la escuela, y las certificaciones y acreditaciones que expide la institución. En este sentido ofician como referencia de las decisiones que el sistema escolar toma para definir, por ejemplo, la promoción de un año al otro, la repetición, o la expedición del certificado que acredita la terminación de los estudios.

En un nivel de menor “exactitud” y de mayor ambigüedad, los señalamientos tales como los elogios y las reprensiones funcionan como instrumentos de selección de mayor nivel de generalidad y menor precisión que las calificaciones. Los señalamientos son formas muy generales y amplias de diferenciación.  En general toman la forma de elogios y reprensiones que los profesores les hacen a los alumnos en la interacción continua que presenta el sistema educativo tanto en lo que hace al rendimiento académico como al comportamiento de los alumnos en relación con el código de convivencia de la escuela. En cierto modo los señalamientos orientan las futuras calificaciones y sanciones que el docente utilizará para ubicar a los alumnos en alguna escala de mejor/peor. Muchos señalamientos positivos ayudarán a volcar el valor de una nota dudosa hacia arriba; demasiadas reprensiones demandarán un concepto disciplinario negativo. Los alumnos se van haciendo mejores o peores a través de sus demostraciones de saber (rendimiento académico) y de sus demostraciones de adaptabilidad social (formas de convivencia acordes a los criterios de la institución).

b. Certificaciones y acreditaciones. Con estos instrumentos el sistema escolar recoge el rendimiento diario de los alumnos y lo plasma en certificaciones que finalmente definen, por ejemplo, el pase de un año al otro, la repetición o la posibilidad de ingresar a la universidad.

En efecto, las certificaciones y acreditaciones escolares proceden de manera binaria: aprobó o no aprobó el curso, pasó o no pasó de año, terminó o no terminó el ciclo. Al decir que las acreditaciones y certificaciones son más rigurosas, lo decimos en el sentido de que permiten menos contemplaciones y menos interpretaciones que las que pueden admitir las calificaciones, y no en el sentido de que definen con más precisión la relación entre el certificado y el rendimiento real del alumno. En este sentido, las certificaciones son decisiones que establecen diferencias a nivel de la organización escolar, particularmente el pasar de año, la graduación, y el poder ingresar a la universidad. Es dentro del subsistema escolar donde se plasma el verdadero efecto de selección, porque ya no se documenta tanto a través de las calificaciones, sino a través de los certificados.

En resumen, el sistema escolar acredita sobre la base de la información aportada por los instrumentos de selección utilizados dentro del sistema de enseñanza. En este sentido, existe una gradación en la precisión de los instrumentos que va de menor a mayor.  Así aparecen, en primer lugar, los señalamientos tales como los elogios y las reprensiones que funcionan como los instrumentos de mayor nivel de generalidad y menor precisión. Después aparecen las calificaciones que tienden a ser más precisas y específicas que los señalamientos debido a su capacidad para ser acumulables en el tiempo y a la cantidad de matices que ofrecen con vistas a trazar diferencias en los rendimientos (tanto en los rendimientos del mismo alumno, como también diferencias entre rendimientos de alumnos que, se supone, recibieron la misma enseñanza dentro del aula). A diferencia de los señalamientos, las calificaciones le aportan al proceso de selección un grado mayor de concreción. Por último, las certificaciones y acreditaciones aparecen como el instrumento de selección que ofrece menos margen de movilidad. Son ellas las que definen o cierran un ciclo para abrir otro mediante la expedición de títulos, certificados o impugnaciones que indican la repetición o, en casos extremos, la pérdida de membrecía.

 



[1] Extracto de libro: Dallera, Osvaldo (2020): Sociología de la familia, del sistema educativo y de la escuela. Amazon

[2] Luhmann, Niklas (1997b): Organización y decisión. Autopoiesis, acción y entendimiento comunicativo. España. Universidad Iberoamericana-Anthropos. Pág. 187-188

 

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