Osvaldo Dallera

martes, julio 25, 2023

El sistema cultural

 El sistema cultural*

 

* Del libro: Dallera Osvaldo (2021): ¿Cómo llegamos hasta aquí? Orden social y cambio sociocultural. Publicado en Amazon

La cultura es el telón de fondo que hace posible la interacción y otras formas de comunicación. Los sistemas de interacción son intercambios comunicativos, por lo general breves, que ocurren diariamente, entre dos o más personas, cuando se encuentran cara a cara o, también ahora, dentro de diferentes espacios virtuales. Es difícil imaginar la posibilidad de cualquier interacción sin, por lo menos, una porción de cultura compartida. Al mismo tiempo, los sistemas de interacción son la puerta de entrada de los cambios socioculturales que se producen en las formas, maneras y estilos de comunicación entre personas, porque posibilitan la aparición o la emergencia de nuevas formas de interactuar (modos de tratarse, maneras de expresarse, estilos de presentación) que pueden al principio sorprender, incluso ser rechazadas pero que también pueden ser incorporadas al acervo cultural de la sociedad y dar paso a nuevas formas de sociabilidad.

El sistema cultural regula las acciones significativas de los individuos orientadas hacia el entorno (los otros individuos, el medio ambiente, los sistemas sociales), mediante patrones culturales. Los patrones culturales son guías para la acción producidos socialmente, almacenados en hábitos, usos, costumbres y tradiciones, transmitidos principalmente a través de instituciones sociales (familia y escuela), y compartidos por los miembros de la comunidad dentro de la cual están funcionalmente legitimados en creencias, valores, y recursos expresivos. En suma, el sistema cultural es el proveedor de sistemas de significación, creencias, criterios de orientación de valor y símbolos expresivos que regulan el funcionamiento y dan relativa estabilidad al orden social.

En conjunto el sistema cultural funciona como una “atmósfera” cuyo componente vital es el sentido que hace posible los intercambios comunicativos de diferente orden. Eagleton, por ejemplo, en lugar de hablar de atmosfera sugiere que “La cultura puede verse como una suerte de inconsciente social… Es (el)… contexto no totalizable en el cual adquiere significación todo lo que decimos y hacemos.”[1] Habermas asocia la cultura al concepto de mundo de la vida y le asigna esta capacidad de amalgamar “…al acervo de saber, en que los participantes en la comunicación se abastecen de interpretaciones para entenderse sobre algo en el mundo.”[2] Para Luhmann la cultura es “…un requerimiento que sirve de mediador entre interacción y lenguaje —una especie de provisión de posibles temas listos para una entrada súbita y rápidamente comprensible en procesos comunicacionales concretos.” Cuando la cultura se almacena especialmente para fines comunicativos, Luhmann la denomina semántica[3]. Si bien para Luhmann el contenido de la cultura no es en sí mismo normativo, determina o limita las posibilidades de sentido y eso restringe la selección de temas como adecuados o inadecuados, y los usos de formas de la comunicación como correctas o incorrectas.[4]  Dirk Baecker[5] sostiene que la cultura es la forma en que la sociedad se describe a sí misma reduciendo su propia complejidad, construyendo límites para hacer eficaces los controles y abriéndose al entorno para recibir estímulos mediante los cuales reproduce, una y otra vez, sus operaciones (acciones y comunicaciones) y, al mismo tiempo, experimenta cambios. De este modo, la cultura hace significativo el mundo y le da sentido estableciendo relaciones causales, interpretando hechos, poniendo las cosas en contexto y observándolas desde alguna perspectiva. Establecer relaciones, poner en contexto, interpretar en un sentido y no en otro, y focalizar los hechos y las cosas desde un determinado punto de vista son distintos modos de efectuar recortes para reducir la complejidad del mundo. Clifford Geertz habla de las culturas como guías de acción, programas, para realizar eficazmente (eficazmente para esa cultura), las conductas y las expectativas de sus miembros. Por eso dice este autor: "...la cultura se comprende mejor...como una serie de mecanismos de control -planes, recetas, fórmulas, reglas, instrucciones (lo que los ingenieros de computación llaman "programas")- que gobiernan la conducta...".

De todos estos aportes podemos rescatar cuatro características bien definidas de la cultura en relación con el mantenimiento del orden social: se produce, se acumula, se transmite y comparte.

La cultura se produce haciendo uso de sistemas de significación que ella misma genera y que le sirven para autorreproducirse mientras los individuos que hacen uso de ellos se relacionan entre sí. Los sistemas de significación son conjuntos de signos y códigos. El lenguaje, el semáforo, los uniformes, las calificaciones escolares son sistemas de significación producidos socialmente y productores de cultura. Cada uno de ellos está construido con un fin estrictamente práctico, pues no tiene otra finalidad que establecer entre la gente perteneciente a la misma cultura, procesos de comunicación. La dimensión significante de la cultura tiene por función dotar de sentido a los hechos, saberes y conductas de los individuos que participan de ella y, de ese modo, ordenar el mundo cognoscitivo, afectivo y actitudinal de sus miembros.

La cultura se acumula como memoria colectiva. La memoria colectiva es el instrumento cultural que contribuye a acrecentar los conocimientos de la comunidad a medida que ésta se permite consolidarlos y fijarlos como propios en función de sus necesidades. Pero ninguna cultura puede acumular toda la información que produce y recordar todo lo que le acontece. La memoria colectiva no puede saturarse de saberes y de creencias ni tampoco puede convertirse en un caos de recuerdos inconexos que con el tiempo diluyan la identidad. Las culturas autorregulan el caudal de su propio universo de saberes y creencias apelando al olvido como instrumento de recorte que, descartando aquellos productos culturales que no valora ni utiliza, refuerza aquellos otros que confluyen para su propia configuración. En este sentido, Dirk Baecker apunta que “La cultura regula, mediante la memoria y el control, cómo hablar de qué cosas, qué temas evitar y cómo cambiar de tema según el contexto social en el que se esté… La cultura simplemente memoriza cómo se ha enfrentado el último susto”.[6]

El hecho de que la cultura sea compartida hace que el orden social permanezca relativamente estable en el largo plazo. Pero ¿qué es lo que se comparte? En general, y siguiendo a Parsons, los miembros de una sociedad comparten patrones culturales que posibilitan los intercambios comunicativos dentro de los sistemas de comunicación. Los patrones culturales son líneas de orientación de la comunicación que se mantienen más o menos estables en el largo plazo y que, fundamentalmente, sirven para facilitar la comprensión y el entendimiento de las expectativas del otro y actuar en consecuencia, ya sea satisfaciendo esas expectativas o desatendiéndolas. Cada uno de nosotros, para estar incluido dentro de los diferentes sistemas sociales (desde la familia hasta la escuela o el sistema económico), debe haber incorporado, internalizado, aprendido, un conjunto de pautas de orientación que funcionan como “prerrequisitos culturales” que nos asignan el estatuto de miembros de la sociedad. En uno u otro caso se pone en marcha un proceso de intercambios en la comunicación en el que la respuesta del otro a la intervención de uno siempre dependerá del cumplimiento o no de las expectativas relacionadas con esas pautas de orientación. 

La cultura se transmite dentro de una misma generación y entre generaciones. Dirk Baecker[7] reconoce cuatro grandes distribuidores de cultura: el lenguaje, la escritura, la imprenta y los dispositivos electrónicos. En cualquier caso, la distribución de cultura supone la presencia de un agente (individual o colectivo) que transmite, y otro que aprende los contenidos transmitidos. En general y a grandes rasgos existen tres formas de transmisión cultural[8]. En primer lugar, la transmisión vertical, por lo general lenta y conservadora, es la que se da, por ejemplo, de padres a hijos, de maestros a alumnos y de una generación a otra. En segundo lugar, la transmisión horizontal, rápida y contagiosa, ocurre entre los miembros de la misma generación, como en el caso de la moda. Por último, la transmisión oblicua, se produce entre individuos de distinta generación, pero sin que los una ningún parentesco o relación formal institucionalizada. Esta última forma de transmisión y la horizontal, son las predominantes en las sociedades modernas en donde adquieren mayor ascendencia los medios de comunicación, los grupos de pares y las redes sociales.[9] Según Schaeffer[10], la importancia de la transmisión oblicua aumenta conforme se incrementa la población y la sociedad se hace más compleja.

 



[1] Eagleton, Terry (2017): Cultura (Editorial Taurus). Página 36

[2] Habermas, Jürgen (1987): Teoría de la acción comunicativa, II. Crítica de la razón funcionalista. (Madrid, Taurus ediciones). Página 196.

[3] Luhmann, Niklas (1998a): Sistemas sociales. Lineamientos para una teoría general (España, Anthropos Editorial, En coedición con la Universidad Iberoamericana, México, D.F., y con el Centro Editorial Javeriano, Pontificia Universidad Javeriana, Santafé de Bogotá). Página 161

[4] Luhmann, Niklas (2006) La sociedad de la sociedad, (México, Editorial Herder – Universidad Iberoamericana). Página 161

[5] Baecker, Dirk. (1997). The Meaning of Culture. Thesis Eleven. 51. 37-51.

[6] Baecker, Dirk, op. Cit.

[7] Cfr. Baecker, Dirk (2018): Estudios acerca de la próxima sociedad. (Santiago de Chile, Ediciones Metales pesados).

[8] Cfr. Cavalli Sforza, Luigi L. (2007): La evolución de la cultura. Propuestas concretas para futuros estudios. (Barcelona, Editorial Anagrama).

[9] Cfr. Mosterín, Jesús (1993): Filosofía de la cultura (Madrid, Alianza Editorial)

[10] Schaeffer, Jean- Marie (2009): El fin de la excepción humana. (Buenos Aires, FCE). Página 232

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