Osvaldo Dallera

viernes, mayo 27, 2016

Democracias moderadamente antidemocráticas

¿Y si fuera al revés?
¿Y si desde hace mucho el pensamiento mayoritario fuera el que, entre otras cosas, cree en el derrame económico, acepta un poco de represión para mantener el orden, entiende que las jerarquías sociales son naturales, supone que el problema de la política es moral y que las dificultades sociales se resuelven con más educación?
¿Y si fuera el caso de que hasta ahora decir todo eso era como aceptar que se es de “derecha” y eso era vergonzante porque siempre esa ubicación estuvo asociada a prácticas excesivamente antidemocráticas?
¿Y si luego, por tal motivo ese pensamiento mayoritario se hubiera mantenido oculto?
¿Y si ahora que derecha y democracia hicieron las paces (ciertamente ayudadas por la miopía izquierdista) y la derecha puede salir a la vereda y decirle al “vecino” lo que piensa alegremente y sin culpa?
¿Y si todo eso puede ser dicho y escrito, presentado en sociedad y sometido a la voluntad popular, como parece ser el caso, y luego implementado legítimamente?
¿Y si finalmente ahora que la derecha se hizo democrática puede aceptar sin tapujos que ella es legítima y moderadamente antidemocrática?
¿Y si lentamente la dinámica de ese pensamiento lleva a sostener que la democracia como forma de gobierno es una “pasión inútil”?
¿Y si el círculo se cierra y la democracia determina que lo mejor es que ella sea reemplazada por prácticas (un poco) menos democráticas?
¿Y si razonando de este modo llegamos a la paradoja que afirma que la única democracia viable es la democracia moderadamente antidemocrática?
¿Y si llevando esa especulación al extremo la democracia dejara de necesitarse a sí misma y de ese modo pudiera justificarse su autoeliminación mediante el voto?
¿Y si entonces en las elecciones la población termina votando mayoritariamente que la democracia se vuelva moderadamente antidemocrática?
¿Y si por último todo no fue más que un problema de aceptación social y ahora que eso ya no es problema se puede gritar a viva voz y escribir en las redes que lo más democrático que hay es ser moderadamente antidemocrático?

¿Podría ser, no?

miércoles, mayo 11, 2016

Meritocracia

He visto que la publicidad deChevrolet generó en fb un debate en torno a la palabra meritocracia, y su (o sus) significados.

Meritocracia: "La palabra meritocracia es un neologismo acuñado a mediados del s. XX. Se trata de un compuesto híbrido grecolatino. Su primer elemento deriva del latín merĭtum (valor, mérito, salario que se gana, ganancia o servicio) o de merĭtus (el que se ha ganado algo, merecedor) participio del verbo mereri (ganarse algo, merecer), vinculado a una raíz indoeuropea *(s)mer2 (compartir, ganar una parte). El segundo elemento cracia, muy empleado en términos políticos para expresar quién tiene el poder en un determinado sistema (democracia, aristocracia, burocracia, gerontocracia, etc.), deriva del griego κράτος (poder, fuerza), con un sufijo ia de cualidad. Este vocablo griego se asocia a una raíz indoeuropea *kar (duro, fuerte).
La meritocracia sería un sistema social o político, de organización de la sociedad, basado en el mérito, en que los puestos, jerarquías y funciones, sean candidaturas políticas o sean puestos laborales, se obtienen atendiendo exclusivamente a la evaluación del mérito y la capacidad personal de los individuos para ellos".
Fuente: http://etimologias.dechile.net/

Robert Nozick dice que "… lo que los filósofos realmente aman es razonar. Formulan teorías y arman razones para defenderlas, consideran objeciones y tratan de darles respuesta, construyen argumentos contra otras concepciones" (Nozick, Robert La naturaleza de la racionalidad", Barcelona, Ed. Paidós, 1995, pág. 13). Es cierto fb, no ha sido diseñado o pensado precisamente para eso, pero gracias al esfuerzo que hacen algunos de sus usuarios a veces se producen espacios que dan lugar a ejercitarse en esas lides.
De vuelta a lo que es materia de discusión en esta oportunidad, yo quisiera introducir en la controversia algunos matices. En primer término, lo de Chevrolet es una publicidad y todos sabemos que el objetivo de una publicidad es siempre llamar la atención sobre el producto que ofrece, apelando a diferentes recursos y herramientas, casi siempre, todos emparentados con la retórica. Por lo general, uno de esos recursos es utilizar lo que está implícito o directamente explícito en la atmósfera social y cultural de un determinado momento en un determinado lugar. Yo recuerdo, por ejemplo, que a principios de los años 70 del siglo pasado, cuando estaba de moda la revolución, yendo en el colectivo 84 vi una publicidad gráfica de un jabón en polvo cuya cualidad era ser "revolucionario". Más cerca en el tiempo, todos hemos sido testigos del uso del fútbol en épocas de mundiales para publicitar lavarropas, quitamanchas, sopas en sobre o lo que fuera.  De modo que los expertos en publicidad de Chevrolet, me parece, procuraron llamar la atención sobre el producto, apelando a lo que en general, gracias a la difusión de los medios masivos, está latente en nuestra atmósfera como algo positivo (yo creo que sería muy difícil hacer una publicidad para cualquier producto que exhibiera entre sus virtudes el otro gran motivo presente en todo momento y en cualquier lugar de este tiempo: la corrupción. O, por lo menos yo no me imagino un anuncio que diga, por ejemplo, "el mejor corrupto", o "la licuadora más corruptible de todas"). Incluso para mostrar el contraspot, tenemos que hacer referencia a Chevrolet. Objetivo logrado.
En segundo lugar, y más relacionado con la semántica del término "meritocracia" (gobierno de los que hacen o hicieron méritos), he visto en muchas intervenciones en el debate que lo que impera es otro gran protagonista de la época: el enojo. Y, ciertamente, ése es un catalizador de la retórica como pocos. En efecto, si para argumentar para un lado yo uso la culpa cristiana (con perdón de Nietzsche) de haber hecho algún mérito en mi vida, o la palabra "mierda", y para el otro lado utilizo la palabra "vagos", no es que esté dejando de argumentar, pero lo estaré haciendo con más pasión que razón lo que de ninguna manera es ilícito pero tiende a apagar el fuego con nafta.
En tercer lugar, quiero decir algo sobre el presunto referente del término en cuestión: el mérito y el supuesto gobierno de los que hacen méritos. Yo creo, y perdonen la osadía, que el mérito existe y que si no existiera habría que inventarlo. Por ejemplo, hay que elegir para nuestro seleccionado nacional un delantero. ¿Y qué hacemos? Por ejemplo, nos fijamos cuántos goles hizo en el club donde juega habitualmente y desde que juega profesionalmente al fútbol, y entre los de esa categoría hay uno que hizo en total quinientos goles en relativamente pocos años y no jugando precisamente, en ligas menores. Comparado con otros delanteros ¿hizo méritos? Yo creo que sí. ¿Lo convocamos , o no? ¿O lo vamos a comparar con un defensor para jugar de delantero? Hay una vacante para un cargo de profesor titular en una carrera de grado en cualquier universidad. Se pone en marcha un concurso de antecedentes y oposición. ¿Quién debe ocupar la cátedra? Se me ocurre que el que haya hecho méritos para eso ¿O no? Se debe nombrar un embajador en otro país. ¿A quién mandamos? a uno de carrera diplomática o a otro que no sabe bien de qué va el asunto, pero hizo méritos suficientes para ayudar a quien lo elige para que esté en el lugar que ocupa. Méritos hizo, pero en este caso, que puede ser paradigmático, y servir para ilustrar lo que sucede en otros campos (el del deporte, el académico, el escolar, el de la oficina, etc.), la cosa se hace más compleja, porque el mérito ya no está relacionado con la práctica específica (la del profesor, el cirujano, etc.) sino con prácticas periféricas evaluadas según otros parámetros (lealtad, obsecuencia -no confundir-, afinidad ideológica, etc.), y entonces se asocia el mérito con la recompensa. 

Y con esto se enlaza el otro gran problema de la época: el intento tan desesperado como bienintencionado (aunque por lo menos algo equivocado) de intentar medir todo con la vara de la moral. Será motivo de otra reflexión, pero baste con decir que desde hace por lo menos tres siglos la moral ha dejado de ser el factor integrador de la sociedad (y siempre que integró lo hizo al interior de estratos homogéneos:  los valores de la nobleza para los nobles, los del vulgo, para el vulgo). La sociedad de clases "tuvo el mérito" de romper con esa lógica, al precio de hacer de los valores altos los valores de todos, con los resultados que están a la vista y que nos devuelve al principio de la cuestión, que consiste en medir el mérito de cualquiera dese el punto de vista del que fija los criterios. La moral ya no integra ni reparte posiciones. Desde hace tiempo sabemos que buenos medios y fines pueden arrojar resultados desastrosos, y malas causas pueden deparar beneficios no calculados.  Y también sabemos desde hace mucho que ser bueno (¿buenos para quién?) no es un indicador para acceder a cargos u ocupar lugares sociales o institucionales que se correspondan con los supuestos méritos poseídos. Sin embargo, la moral sigue ostentando el dudoso privilegio de  juzgarlo todo, aún aquello que quedaría por afuera de sus atribuciones. Por eso para poder jugar este juego, conviene hacerse periodista.