Osvaldo Dallera

domingo, junio 12, 2016

El Capitalismo de nuestros días explicado para Facebook

Si democracia es el nombre que el sistema político se da a sí mismo en la actualidad, capitalismo es el nombre con el que el sistema económico moderno se auto-describe por lo menos, desde mediados del siglo XVIII. Como dice Brown (2010, pág.53) el capitalismo es el más robusto de los dos mellizos y supo reducir la democracia a una marca cuya imagen se vende separada de su contenido real. 
El capitalismo es el régimen económico dentro del cual el capital junto con el trabajo son los principales factores de producción. Según Piketty “el capital se define como el conjunto de los activos no humanos que pueden ser poseídos e intercambiados en un mercado. El capital incluye sobre todo el capital inmobiliario (inmuebles, casas), y el capital financiero y profesional (edificios, equipos, máquinas, patentes, etc.) utilizado por las empresas y las agencias gubernamentales”. (Piketty, 60) “... reúne pues todas las formas de riqueza que, a priori, pueden ser poseídas por individuos (o grupos de individuos) y transmitidas o intercambiadas en un mercado de modo permanente. En la práctica el capital puede pertenecer ya sea a individuos privados (se habla entonces de capital privado), o bien al Estado o a la administración pública (capital público). El capital no es un concepto inmutable: refleja el estado de desarrollo y las relaciones sociales que rigen a una sociedad dada (Piketty, 61) El capital cumple dos grandes funciones económicas. por un lado funciona como reserva de valor y, por otro, lado, como factor de producción.
El capitalismo es un régimen de acumulación. El capital en su origen es el resultado de un proceso de acumulación de dinero, luego diversificado en distintas clases de bienes que en conjunto definen el patrimonio que en general está en manos de empresas, organizaciones, gobiernos y capitalistas individuales. Desde una perspectiva estrictamente económica, esta acumulación de capital adquiere dos formas. 
Por un lado adquiere la forma económica de bienes producidos que sirven para producir otros bienes. El capital, en este caso, se acumula como medios de producción. Desde los inicios de la modernidad, en el proceso de producción, el capital acumulado se transforma en capital industrial, compuesto por capital fijo (edificios, maquinarias, campos, etc.) y capital circulante (materias primas, energía salarios, etc.). En este proceso el endeudamiento es funcional a la estrategia de las empresas de aumentar su capital fijo a través de la obtención de préstamos en el mercado financiero. Por otro lado, el capital puede acumularse como capital financiero, es decir, como dinero que se sustrae al circuito productivo y se coloca en mercados que ofrecen a cambio una renta bajo distintas condiciones de riesgo. En ambos casos la función del capital es producir un excedente.  En función de esta distinción dentro del capitalismo contemporáneo podemos reconocer dos grandes tipos de capital.
a. El capital productivo. Esta forma de capital se utiliza de manera predominante dentro de la economía real. La economía real es la que sostiene su dinámica en la producción, es decir, en un entorno en el que intervienen empresas que producen bienes que venden en el mercado, que contrata gente para que trabaje en sus proyectos productivos y que saben que lo que vale su empresa depende de las ganancias que es capaz de obtener por lo que en definitiva vende en el mercado de consumo de bienes y servicios. Estas empresas, y por lo tanto la economía real, necesitan tiempo y dinero para llevar adelante sus proyectos productivos. En los últimos setenta años, dentro del esquema de la economía real, el capitalismo se expandió durante el período comprendido entre fines de la segunda guerra mundial y mediados de la década de los años setenta. En ese lapso generó expectativas orientadas al logro de metas tales como el pleno empleo, mejoras en las condiciones de trabajo y seguridad social, la inserción de grandes masas de la población occidental en el consumo y, en líneas generales, el mejoramiento colectivo de la calidad de vida. El fordismo apareció en los inicios de la segunda mitad del siglo XX  como un régimen de acumulación excepcional en términos de rapidez y estabilidad del crecimiento y del progreso del nivel de vida. Este régimen de acumulación con predominio de la producción permitió conciliar alto nivel y estabilidad de la ganancias para el capital, con un progreso del ingreso de los asalariados. Fue capaz de conjugar el dinamismo del sector privado con la amplitud de las intervenciones públicas. Finalmente combinó eficacia dinámica en los procesos de producción con moderación de las desigualdades.
b. El capital financiero es el protagonista dentro del régimen de acumulación vigente desde la crisis del modelo anterior hasta nuestros días. Esta forma de capital dio lugar al régimen de acumulación con predominio financiero que fue el resultado de la confluencia de tres factores: 
1. el agotamiento del régimen anterior  a partir del estancamiento de la producción y el aumento de la inflación; 
2. la entrada de los avances tecnológicos y los medios masivos de comunicación sobre la economía y sobre los procesos industriales, y 
3. la adopción deliberada de políticas tales como la liberalización de la economía, la desregulación de los mercados y la privatización del patrimonio del Estado. 
El objetivo de este nuevo régimen fue aumentar el valor del capital financiero en todas aquellas plazas que estuvieran en condiciones de sostener un mercado con capacidad para recibir inversiones extranjeras. Dentro de este nuevo régimen de acumulación los mercados financieros buscaron disminuir la importancia de la actividad económica centrada en la producción y aumentar el valor de aquellas operaciones centradas en las transacciones financieras. Las políticas económicas que impulsaban la regulación y la intervención del Estado en la economía y la negociación entre el capital y el trabajo que caracterizaron al régimen anterior fueron sustituidas por políticas de corte liberal que minimizaron el rol del Estado y potenciaron la autonomía de los mercados. En este régimen el dinero proveniente del ahorro se transforma en capital financiero y se concentra en manos de sociedades especializadas en operaciones de inversión, instituciones financieras y los mercados de títulos. A través de los mercados de obligaciones públicas y privadas, la gestión del ahorro se convierte en una poderosa herramienta para la acumulación y centralización financieras. A partir de ahí contribuye a la distorsión de las relaciones económicas y políticas entre el capital y el trabajo. Se establecen, entonces, ventajas decisivas para el capital reforzando su “financiarización” y el peso de la inversión y de los mercados financieros. 
En este contexto cobra impulso la formación de capital especulativo y el privilegio de la especulación como modalidad de generación de renta en lugar de los beneficios que provienen de la producción dentro de la economía real.  Estas innovaciones transformaron la manera de hacer negocios y de intervenir en las relaciones comerciales en la medida que las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación (TICs) permitieron realizar transacciones más rápidas y con mayor alcance.  En pocas palabras, estos cambios hicieron posible superar limitaciones de tiempo y de espacio. Dentro de este marco los trabajadores tuvieron que aprender y adecuarse constantemente a las cambiantes condiciones de la producción y del mercado. Esto les exigió una enorme capacidad de adaptación personal y una permanente vinculación con ofertas de capacitación.
Para terminar hay que decir que el régimen de acumulación con predominio financiero se impuso también a los Estados. Por un lado, la globalización financiera puso en competencia a los Estados por el acceso a los financiamientos, y esto trajo conflictos y desequilibrios de considerable magnitud. Podemos mencionar dos. Uno de ellos tiene que ver con el poderío de los protagonistas de las altas finanzas internacionales (fondo de pensión, fondos mutualistas y bancos, capitales de riesgo), que son los que concentran la oferta de capitales y poseen los medios para (intentar) imponerles sus reglas a los gobiernos de turno. El ejemplo del conflicto de Argentina con los holdouts, (“fondos buitres”), resulta un testimonio cabal de esta estrategia de imposición. Por otro lado, la magnitud de los capitales especulativos y la cantidad de operaciones que llevan a cabo diariamente ponen en jaque la capacidad de resistencia de cualquier país ante una oleada especulativa. Como dice Dominique Plihon (84-85), “ Ningún país puede resistir una ola especulativa fundada en un desafío a su política. A fin de escapar a la “sanción” de los mercados, las políticas macroeconómicas nacionales en lo sucesivo se subordinan a los imperativos de las finanzas internacionales.... Los bancos centrales, que han llegado a ser independientes del poder político, quedan de facto bajo la dependencia de los mercados financieros y de la presión de las grandes corporaciones”.
El siglo XXI comenzó con la consolidación de la subordinación de la economía real y de los Estados al poderío del capital financiero. Sobre la base del régimen de acumulación con predominio de esta forma de capital se consolidaron tres características estructurales de la nueva configuración del capitalismo: la propensión al riesgo, la informalidad y las prácticas económicas criminales.

Bibliografía citada:

Brown, Wendy: "hoy en día, somos todos democráticos" en: AAVV (2010): Democracia, ¿en qué Estado? Buenos Aires, Prometeo Libros.
Piketty, Thomas (2014): El capital en el siglo XXI. Ciudad de Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
Plihon, Dominique (2003): El nuevo capitalismo. México. Editorial siglo XXI



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