Osvaldo Dallera

miércoles, diciembre 16, 2015

El funcionamiento de la política explicado para facebook

Esta breve nota pretende ser un aporte teórico al debate político "express" que suele pasar por las redes sociales. La idea es aportar algo a la comprensión del funcionamiento de la política contemporánea, pero sin mayores pretensiones. Por eso tiene un cierto grado de abstracción e intenta no identificar a tal o cual actor estructural del sistema con alguno o algunos de los protagonistas concretos de la época (este o aquel partido, tal o cual funcionario, etc.). De modo que un buen ejercicio de lectura consiste en buscar los ejemplos adecuados para confirmar o desmentir la teoría. A nadie le faltará alguno para una cosa o la otra.  Tal vez lo más significativo de este punto de vista es que prescinde del uso de categorías morales para analizar el objeto. Nada original, si uno piensa que ya Maquiavelo nos había hecho notar que la política y la moral se habían divorciado (si es que alguna vez estuvieron casadas o a lo sumo en pareja). Dicho de otro modo, las cosas son como son, independientemente de nuestros gustos o preferencias personales. Para más detalles pueden leer mi libro La era de las decepciones. deslegitimación política, economía ilegal, precariedad laboral y consumismo. 
La teoría de sistemas sociales ofrece una explicación plausible o por lo menos digna de ser atendida acerca del funcionamiento del conjunto de sistemas que componen la sociedad contemporánea. Cada sistema social (la economía, la educación, la justicia, la salud, la política) cumple una función para la sociedad. La función de la política no la puede cumplir ningún otro sistema y consiste en tomar decisiones colectivamente vinculantes, a través de quienes en cada momento ocupan los cargos de la administración, es decir, los funcionarios del gobierno. Y para cumplir con esa función la política cuenta con un medio que es el poder. Definamos "poder" como la capacidad de influenciar en los otros sin necesidad de apelar a recursos coercitivos. Cuando hay que apelar a la "mano dura", por ejemplo, es porque el poder empieza a escasear. 
El nombre con que el sistema político se denomina a sí mismo en nuestra época es "democracia". La democracia es la forma del sistema político moderno en la mayor parte de los países de Occidente. Para que la democracia haga posible el cumplimiento de la función específica del sistema político necesita de tres grandes actores: el gobierno, la oposición y la población, que en épocas de campaña y en las elecciones se transforma en el electorado (los votantes). 
Existen entre estos tres grandes actores distintas relaciones. El gobierno se vincula con el electorado y con la oposición mediante sus decisiones, el electorado con el gobierno y la oposición a través de apoyos o reclamos, pero sobre todo con la protesta y el voto. La oposición se relaciona con el gobierno ejerciendo la crítica y formulándole exigencias y el gobierno contesta con desmentidas y contra-denuncias. La herramienta para sostenerse dentro del ámbito del sistema que regula la relación entre gobierno y oposición es la negociación. 
Una de las maneras de relacionarse que tienen los protagonistas de la política es a través de diferencias. Cada uno de estos actores presenta diferencias internas (es decir, dentro de su propia composición) y externas (o sea, en relación con los otros dos actores). Esas diferencias las usan para llevar adelante sus estrategias políticas dentro del sistema. La diferencia más conocida es izquierda-derecha. Esta diferencia tiene dos características: la primera y principal es que es una diferencia interna del sistema político y no tiene ningún correlato en el mundo externo. Como cualquier otra distinción construye sentido dentro del ámbito en el que resulta funcional. La otra característica tiene que ver con su dimensión: es más grande en el imaginario colectivo que en las prácticas de la política real, pero es muy útil para alimentar los debates y mantener viva la llama del conflicto político, indispensable para el funcionamiento del sistema. La contracara del conflicto es el consenso, otro componente también más voluminoso dentro de las expectativas que en su posibilidades concretas de realización. Conflicto y consenso son, si se quiere, dos grandes excusas que usan el gobierno y la oposición para producir sentido político (=condiciones de entendimiento del funcionamiento de la política) dentro del teatro de operaciones del sistema. 
Estos actores llevan adelante cada uno, de manera predominante, distintos tipos de acciones genéricas: el gobierno a través de sus funcionarios es el que toma las decisiones colectivamente vinculantes, la oposición critica, exige y denuncia y la población reclama, protesta, orienta sus preferencias (apoya o rechaza) hacia el gobierno o la oposición y, periódicamente ejerce el derecho al voto. Dicho de otro modo, fuera de los momentos en que se vota y se transforma en "el electorado", la población se agrupa de manera heterogénea en movimientos sociales o de protesta, o simplemente, mira la televisión, revisa facebook, escribe en twitter y, ocasionalmente, lee el diario. 
Para llevar adelante estas acciones el sistema político, es decir, la democracia, cuenta con tres recursos: la capacidad de decidir (lo que se llama tener poder), la capacidad de expresarse (lo que se llama "libertad de expresión" como capacidad de ejercer la crítica, denunciar, exigir, protestar, etc.) y la capacidad de elegir ( lo que todos conocemos como "votar"). 
En resumen en la democracia, básicamente se hacen dos cosas: se decide y se habla. Es interesante, en esto de hablar, la relación que cada uno de los actores tiene con la libertad de expresión. Es cierto, todos hablan, todos se pueden expresar, pero la fuerza y penetración de lo que se dice no es idéntica: no es igual la potencia de una publicación mía o tuya en facebook que un editorial del diario, la palabra de un político mediático o de un analista político en el horario central de la TV. No es necesario insistir mucho en esto, los MMC juegan un papel si no decisivo o determinante, sí condicionante dentro de esta acción genérica del sistema que denominamos "hablar". Por supuesto, hablar es toda una labor y los partidos o " espacios políticos", como se dice ahora, tienen la función específica de darle trabajo a personas con cualidades especiales para llevar adelante la acción de hablar - por ejemplo, en el parlamento, o en los MMC-) . 
El momento de las elecciones es un momento clave del sistema político contemporáneo por varias razones. La primera y principal es que deja siempre al sistema político en un estado de indeterminación futura, que dinamiza todas y cada una de las cosas que mencionamos: la oposición quiere ser gobierno, el gobierno no quiere dejar el poder, el electorado aprovecha la ocasión de elegir para tomar una decisión colectivamente vinculante (ejerce el poder mediante el voto). La otra razón que hace de las elecciones un momento clave dentro de la democracia es que, en las condiciones actuales, las elecciones funcionan como un "test de popularidad". Por lo tanto todos los que participan quieren ser vistos de la mejor manera y para eso despliegan sus mejores disfraces y sus mejores dotes histriónicas. Por eso, los partidos políticos siempre escogen para poner dentro de sus filas algún que otro artista, deportista o personaje mediático capaz de atraer la atención de alguna parte de la población. 
Este proceso interno del sistema, contado de manera muy simplificada, se repite indefinidamente de manera circular y esto hace que mientras funciona, el sistema se auto-re-produzca: el gobierno tiene que tomar decisiones, todos tienen que seguir hablando y la propia dinámica del sistema hace que el sistema exponga su condición más fundamental y a la vez inquietante: se hace autorreferente. La autorreferencia hace que la política trabaje para su propio sostenimiento. De este modo el sistema político, al llevar adelante sus operaciones para su propia supervivencia, se desvincula de lo que pasa afuera, lo que llamaríamos el mundo real (el problema de las fuentes de trabajo, los problemas medioambientales las vacantes en la educación, el empleo juvenil, la seguridad civil o social, etc.). 
Este carácter autorreferencial de la política presenta dos aristas. Por un lado, limita la capacidad de acción de los actores porque cada uno, en su necesidad por mantenerse dentro del juego y cumplir con sus expectativas está obligado a no desatender lo que hacen los otros dos, y todo eso, para que el futuro lo vuelva a encontrar con chances de seguir participando. Esto, por supuesto, hace que el sistema se haga dinámico y se vaya transformando con sus propias operaciones, mientras funciona. Por otro lado, al estar siempre preocupado por su propio funcionamiento, hace que lo que pasa en el mundo real sea nada más que "la molestia", la "irritación" necesaria para que aparezcan los temas con los que poner en marcha esa maquinaria. Dicho de otro modo, el mundo no es otra cosa que la colección de temas con que el sistema político construye su agenda (la forma en que esto sucede, por supuesto, tiene también su complejidad y en este asunto los MMC tienen un papel destacado). Desde luego, lo que el sistema político hace tiene implicancias en el mundo real, pero esas implicancias son efectos colaterales que oportunamente se visten con el ropaje de aciertos o errores en la gestión, la crítica, la protesta y, en su momento, el voto. 
Además, como la existencia de cada uno de los actores y las relaciones entre ellos es imprescindible para la constitución de la política (no puede concebirse la democracia sin alguno de los tres integrantes, como tampoco puede concebirse sin las relaciones y los vínculos entre ellos), el sistema termina siendo un núcleo indisoluble que obliga a las partes a llevar adelante sus respectivas acciones sin correrse demasiado de lo que las otras dos partes esperan: cada una tiene un ojo puesto en la agenda y el otro en su propia posición. Por eso o para eso la democracia necesita la negociación y los acuerdos como prótesis. Ahora bien, como cada uno está atento a su propio juego sin sacar la mirada de lo que hace y espera el otro, suceden dos cosas: por un lado las negociaciones exitosas logran acuerdos cada vez de más corto plazo a la espera de que un nuevo problema, que surgirá inevitablemente por la imposibilidad natural de controlar todas las variables en cada toma de decisión, los obligue a volver a negociar para un nuevo acuerdo de corto plazo, y así sucesivamente. 
Todo esto explica por qué, fuera de los momentos de campaña para las elecciones, gobierno y oposición terminen pareciéndose demasiado y alternativamente, cuando cada uno ocupa uno u otro rol, termina estando limitado en sus posibilidades de tomar decisiones que se corran demasiado del eje de lo posible para el funcionamiento de la política. Con esto la idea de que la política moderna es capaz de trazar proyectos de largo plazo o, como se dice ahora, políticas de Estado, es más un slogan que una posibilidad cierta de realización. El pragmatismo es el alimento del sistema y cualquier cosa que pueda torcer ese estado de cosas es lo que hoy podría llamarse una revolución en la política, re-significando, eso sí, el uso del término. 
Todo lo demás forma parte del escenario y la ornamentación que sirve para que el sistema despliegue su repertorio y para que nosotros nos mantengamos entretenidos mirando (o participando de) el espectáculo, que a veces adquiere la forma de drama, otras de comedia y, de vez en cuando, de sainete o parodia. Mientras tanto la política funciona y nosotros seguimos atendiendo nuestras necesidades cotidianas, esperando que lleguen otra vez las elecciones para reafirmar nuestras expectativas o enderezar nuestras decepciones.

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