Osvaldo Dallera

jueves, diciembre 06, 2012

Sociedad hiperbólica

La sociedad argentina se ha convertido en una sociedad hiperbólica. La Hipérbole (del griego ὑπερβολή –exceso-) “es una figura retórica consistente en una alteración exagerada e intencional de la realidad que se quiere representar (situación, característica, actitud) ya sea por exceso (aúxesis) o por defecto (tapinosis)”

Uso la palabra sociedad en el sentido que le da el sociólogo Niklas Luhmann (la sociedad como la suma de todas las comunicaciones). Casi todo lo que se dice, muestra o escribe por los medios, o sobre temas que adquieren relevancia mediática, está marcado con una tendencia a la desmesura. En este aspecto predominan las orientaciones hacia el exceso, más que hacia el defecto o ausencia de rasgos sobre los temas y motivos que se abordan. Por lo general, cuando la hipérbole se utiliza como recurso para exagerar una ausencia (por ejemplo ocultando algún rasgo de una persona, un hecho o un acontecimiento), el recurso predominante es lo que comúnmente se denomina “ninguneo”.

En el orden informativo las notas de opinión, las cartas de lectores e incluso las crónicas tienden a la exageración por exceso (casi siempre hacia el lado negativo) de los motivos que dan lugar a la producción de cualquiera de esos materiales. La hipérbole más frecuentada en el discurso político es la descalificación, cuando se hace referencia a personas u organizaciones. Por ejemplo, se califica de nazi, narco, corrupto, autoritario o con cualquier otra cualidad descalificadora a un individuo, una organización, una empresa o un gobierno, con absoluta naturalidad.

Si, en cambio, lo que se refiere son acciones o hechos políticos, económicos o jurídicos, la hipérbole se viste con el ropaje de la épica (exceso de bondades: “vamos por todo”) o del apocalipsis (exceso de catástrofes: “en seis meses no hay más república”). Dictaduras, colapsos económicos, anomias y vaticinios escatológicos varios, nutren la discursividad mediática y política contemporánea. La palabra “crisis”, en este sentido, se ha vuelto emblemática, como se dice ahora, y el tema de la (in)seguridad es el que, al respecto, genera mayor conflictividad a la hora de evaluar el nexo entre retórica y realidad.

En el plano del entretenimiento, si lo que se dice o se muestra está emparentado con los acontecimientos del mundo del deporte o del espectáculo, el aire que envuelve las comunicaciones está predominantemente compuesto por altas dosis de escándalos, peleas y exaltación de las equivocaciones (la exhibición de los famosos bloopers y los recursos que ofrece la tecnología para repetir una y otra vez, por ejemplo, las fallas de un árbitro en la sanción de algún episodio de un juego, son moneda corriente).

El género publicitario tampoco se priva de la utilización de la hipérbole pero conviene, a este respecto, señalar dos matices. En primer lugar, su uso en publicidad fue siempre un recurso entre otros y siempre entremezclado con la utilización de otras figuras, como en el arte y la literatura, por lo general, con la finalidad de conseguir una mayor expresividad. En segundo lugar, si hubiera, en este momento, dentro del campo publicitario un predominio del uso de la hipérbole, podríamos aventurar la hipótesis de que ese género, para resultar eficaz, debió contaminarse o contagiarse de aquello que hoy impregna el resto de las comunicaciones de la sociedad. Al fin de cuentas, para hacerse entender hay que expresarse como se expresa la mayoría.

Queda pendiente desentrañar si detrás del carácter hiperbólico de las comunicaciones en la sociedad argentina existe alguna finalidad distinta que la de lograr mayor expresividad. Yo creo que sí, que efectivamente, el "uso exagerado de la exageración" busca exacerbar los mecanismos de alarma que todos tenemos ante situaciones que generan expectativas (negativas o positivas), y eso con el propósito de provocar tendencias de comportamiento que conviertan los pronósticos en profecías autocumplidas. Pero a lo mejor, todo esto que digo termina siendo, también, una exageración porque tampoco yo puedo escapar a los designios de la sociedad hiperbólica en la que vivo.