La
sociedad argentina se ha convertido en una sociedad hiperbólica. La Hipérbole (del
griego ὑπερβολή –exceso-) “es una figura retórica consistente en una alteración
exagerada e intencional de la realidad que se quiere representar (situación,
característica, actitud) ya sea por exceso (aúxesis) o por defecto (tapinosis)”
Uso
la palabra sociedad en el sentido que le da el sociólogo Niklas Luhmann (la
sociedad como la suma de todas las comunicaciones). Casi todo lo que se dice,
muestra o escribe por los medios, o sobre temas que adquieren relevancia
mediática, está marcado con una tendencia a la desmesura. En
este aspecto predominan las orientaciones hacia el exceso, más que hacia el
defecto o ausencia de rasgos sobre los temas y motivos que se abordan. Por lo
general, cuando la hipérbole se utiliza como recurso para exagerar una ausencia
(por ejemplo ocultando algún rasgo de una persona, un hecho o un
acontecimiento), el recurso predominante es lo que comúnmente se denomina
“ninguneo”.
En
el orden informativo las notas de opinión, las cartas de lectores e
incluso las crónicas tienden a la exageración por exceso (casi siempre hacia el
lado negativo) de los motivos que dan lugar a la producción de cualquiera de
esos materiales. La hipérbole más frecuentada en el discurso político es
la descalificación, cuando se hace referencia a personas u organizaciones.
Por ejemplo, se califica de nazi, narco, corrupto, autoritario o con cualquier
otra cualidad descalificadora a un individuo, una organización, una empresa o
un gobierno, con absoluta naturalidad.
Si,
en cambio, lo que se refiere son acciones o hechos políticos, económicos o
jurídicos, la hipérbole se viste con el ropaje de la épica (exceso de
bondades: “vamos por todo”) o del apocalipsis (exceso de catástrofes:
“en seis meses no hay más república”). Dictaduras, colapsos económicos, anomias
y vaticinios escatológicos varios, nutren la discursividad mediática y política
contemporánea. La palabra “crisis”, en este sentido, se ha vuelto emblemática,
como se dice ahora, y el tema de la (in)seguridad es el que, al respecto,
genera mayor conflictividad a la hora de evaluar el nexo entre retórica y
realidad.
En
el plano del entretenimiento, si lo que se dice o se muestra está
emparentado con los acontecimientos del mundo del deporte o del espectáculo, el
aire que envuelve las comunicaciones está predominantemente compuesto por altas
dosis de escándalos, peleas y exaltación de las equivocaciones (la
exhibición de los famosos bloopers y los recursos que ofrece la
tecnología para repetir una y otra vez, por ejemplo, las fallas de un árbitro
en la sanción de algún episodio de un juego, son moneda corriente).
El género
publicitario tampoco se priva de la utilización de la hipérbole pero
conviene, a este respecto, señalar dos matices. En primer lugar, su uso en
publicidad fue siempre un recurso entre otros y siempre entremezclado con la
utilización de otras figuras, como en el arte y la literatura, por lo general,
con la finalidad de conseguir una mayor expresividad. En segundo lugar, si
hubiera, en este momento, dentro del campo publicitario un predominio del uso
de la hipérbole, podríamos aventurar la hipótesis de que ese género, para
resultar eficaz, debió contaminarse o contagiarse de aquello que hoy impregna
el resto de las comunicaciones de la sociedad. Al fin de cuentas, para hacerse entender
hay que expresarse como se expresa la mayoría.
Queda
pendiente desentrañar si detrás del carácter hiperbólico de las comunicaciones
en la sociedad argentina existe alguna finalidad distinta que la de lograr
mayor expresividad. Yo creo que sí, que efectivamente, el "uso exagerado
de la exageración" busca exacerbar los mecanismos de alarma que todos
tenemos ante situaciones que generan expectativas (negativas o positivas), y
eso con el propósito de provocar tendencias de comportamiento que conviertan
los pronósticos en profecías autocumplidas. Pero a lo mejor, todo esto que digo
termina siendo, también, una exageración porque tampoco yo puedo escapar a los
designios de la sociedad hiperbólica en la que vivo.