Osvaldo Dallera

lunes, septiembre 18, 2006

El carácter sistémico de la educación y de la escuela

El punto de vista sistémico: Los sistemas son recortes de sentido (no son entidades que están “ahí afuera”). Son el producto de una observación social. Cambia la observación, cambia el recorte, cambia el sentido del sistema. El sistema educativo es un efecto de sentido producto de una manera de observar (y por lo tanto de recortar) la sociedad en un momento determinado.

Problema educativo específico: Hablamos permanentemente de un solo sistema, el sistema educativo, cuando en realidad trabajamos concretamente y de manera simultánea en dos sistemas evolutiva y funcionalmente diferenciados: el sistema educativo y el sistema escolar. Lo que diferencia a uno del otro es la función social que cumple cada uno: el sistema educativo selecciona (divide todo lo que hace en mejores y peores) y el sistema escolar credencializa (pone notas, extiende certificados, otorga títulos).

Como todos los sistemas sociales, el Sistema Educativo (SED) y el Sistema Escolar (SESC) son cerrados en lo que hacen y abiertos en lo que reciben. El SED tiene la función de seleccionar entre mejores y peores mientras construye trayectorias. El SESC tiene la función de poner notas y de certificar actuaciones con independencia de los rendimientos.

Como todos los sistemas sociales el SED y el SESC son complejos. Al aumentar el número de sus operaciones (comunicaciones) aumenta su complejidad y necesita reducir su complejidad. La autonomía del sistema escolar es el resultado de esta reducción de complejidad.

Como todos los sistemas sociales el SED y el SESC son autorreferenciales y autopoiéticos. Cada sistema con cada operación suya específica se refiere a sí mismo. Ser mejor (por ejemplo, ser "buen alumno") es una referencia del sistema educativo hacia sí mismo (el SED necesita tener mejores y peores, porque esa es su razón de ser). Por otro lado, poner una nota puede ser usado por un profesor o un alumno de manera heterorreferencial, pero en sí mismo poner una nota es contribuir a mantener vivo el sistema escolar (autopoiesis del sistema).
Como todos los sistemas sociales el SED y el SESC son evolutivos. La evolución de los sistemas supone diversificación e incremento de sistemas. El sistema escolar puede verse como un desprendimiento del sistema educativo, que luego adquiere “vida” propia y autonomía.

Como todos los sistemas sociales el SED y el SESC son funcionales. Cada sistema se relaciona:
a. Con la sociedad, cumpliendo una función, (seleccionar, en el caso del SED; calificar, en el caso del SESC).
b.     Con los demás sistemas, aportando prestaciones, Aporta desde repositores de góndolas a contadores.
c. consigo mismo, produciendo reflexiones. La reflexión del sistema educativo es la pedagogía y la reflexión del sistema escolar es la gestión educativa.
Como todos los sistemas sociales el SED y el SESC son ateleológicos. No persiguen ningún fin ni buscan ningún bien social. Pasa lo que pasa y funcionan mientras funcionan.

El problema de la pedagogía y de los pedagogos

Los pedagogos y los especialistas en educación renunciaron demasiado pronto al funcionalismo sistémico y a sus derivaciones. La razón de esa renuncia es ideológica porque el funcionalismo sistémico pone en tela de juicio los propios fundamentos de la educación. Esos fundamentos terminan funcionando como bloqueos epistemológicos:
1. ontológico-epistémico: hay algo que enseñar. La realidad y La verdad como relación de adecuación.
2. pedagógico: hay una forma de hacerlo. Doblemente racional: Planificación de la enseñanza y fundamentación de lo que se enseña.
3. institucional. Hay un lugar para ello. La escuela
4. didáctico: el aprendizaje mejora y no empeora el estado de los sistemas
5. comunicacional: más comunicación contribuye a la comprensión
6. Teleológico. Tanto la escuela como la educación persiguen fines (de mejoramiento, de progreso, etc.

El problema de los pedagogos, de los funcionarios y de los especialistas en educación es pensar que los sistemas en vez de evolucionar de manera ciega se pueden “reparar” modificando lo que salió mal o no dio resultados (“las intenciones son la mentira vital de la pedagogía”). El mecanismo reparador de la pedagogía asumió el esquema fracaso-reforma-fracaso-reforma. (Perfección-formación integral de la persona- capacidad de aprender-inclusión y equidad)

Conclusión: Mal que les pese a los pedagogos, el sistema educativo no tiene arreglo, sencillamente porque no hay nada que arreglar. Los sistemas se modifican más rápidamente que nuestra capacidad de asimilación. El SED va en una dirección que apenas podemos conjeturar, y eso es todo con lo que contamos.
Sin embargo, a pesar de eso y como algo tenemos que hacer porque estamos condenados a la acción, lo que hacemos lo hacemos ubicados necesariamente desde una perspectiva valorativa, contingente pero, en cada momento, es la que consideramos la mejor.


Política, poder y violencia en la sociedad red

Esta entrega corresponde a la conferencia inaugural pronunciada en las XIII Jornadas de la SAPFI (Asociación Argentina de Profesores de Filosofía) el 15 de septiembre, en el Aula Magna del Colegio Nacional de Buenos Aires

Cuando los organizadores de las Jornadas de la SAPFI me propusieron hacerme cargo de la conferencia inaugural y me comunicaron el tema que se constituye en el eje de estas jornadas (La filosofía ante los grandes conflictos mundiales: La guerra y la paz) pensé, después de aceptar, cual podía ser el enfoque que iba a adoptar para tratar un tema tan espinoso y tan sensible. Se me ocurrieron tres posibles alternativas. La primera opción a la que denominaré clasificatoria, la juzgue demasiado sencilla y poco fructífera. Básicamente consistía en elaborar, desarrollar y profundizar una tipología o categorización de la violencia, del tipo:
Según su procedencia: estatal, delictiva
Según su destinatario: de género, infantil
Según su ubicación: escolar, hogareña
Según su foco de afectación o modalidad: física, psíquica, simbólica
Según su legitimidad: legítima, terrorista.
La segunda opción, que podríamos denominar histórica o clásica consistía en explayarse sobre los distintos significados políticos y las distintas connotaciones que adquirió el concepto de violencia, a través de la historia. Así hubiéramos hecho una breve apelación a la autoridad de Aristóteles (sencillamente porque no puede faltar cuando hablamos entre filósofos) y mencionar, al paso, que para él la violencia designa todo aquello que se hace contra la naturaleza, es decir, lo que no sigue los modos del ser. Después hubiéramos podido recorrer el arco que va desde la Paz perpetua de Kant hasta el estado de excepción y la categoría de enemigo de Carl Schmitt, pasando por la elaboración de una ética de la violencia propuesta por George Sorel. Pero no, preferí abandonar este recorrido de manual, y elegí centrarme en algunos recuerdos del futuro.
Para eso, y disculpándome ante todos aquellos que ya transitaron por las teorías del reino de la incertidumbre, elegí focalizar este tema desde una perspectiva relativamente más novedosa y, seguramente, muy estimulante para promover el debate. En lo que sigue abordaré el problema que es motivo de esta convocatoria desde la perspectiva de una variante de la teoría de sistemas: la teoría de redes sociales.

La sociedad red

Permítanme, antes de pasar de lleno al tratamiento del problema de la política, del poder y de la violencia en la sociedad red, decir algo sobre el marco teórico que apuntala a la teoría de redes. Anotemos de entrada estas palabras claves dentro de la exposición: red, informacionalismo, netocracia, netwar.
En primer término nuestra atención se centra en las redes sociales, entendidas como sistemas de relaciones. Las relaciones son los contactos o los vínculos que los actores (individuos o grupos) mantienen entre sí dentro de una red o estructura.
Las redes sociales funcionan como mecanismos de regulación y organización de la circulación de información, de recursos y de influencias. Para esta corriente teórica lo que determina la conducta, el entendimiento y la percepción de las personas no son ni sus atributos, ni sus posesiones ni sus valores. Lo que determina las acciones es el conjunto de relaciones que establecen unas personas con otras personas, con otras instituciones o con otras organizaciones.
En este nuevo contexto, el medio es la red. Esto significa que, por ejemplo, Internet y las redes virtuales tienden a comerse a la televisión, la prensa de papel y en general a los medios y las instituciones convencionales (por ejemplo, la escuela). La estructura comunicacional de base de las instituciones y los medios tradicionales está basada en diferenciar emisores (pocos y poderosos) y receptores (muchos y débiles). En cambio, en el mundo abierto la red es medio y el proceso de virtualización y desarrollo de las redes sociales allana el camino para la difusión de las ideas y las acciones de la nueva clase dominante.
Un papel clave en esta nuevo modelo social es el de las bases de datos de conectores. Los conectores son personas que enlazan con mucha gente a la vez. El papel de una buena base de datos de “conectores” en las redes sociales es que no necesitamos buscarlos. Todos tenemos uno o varios a mano, en nuestro entorno y en nuestra agenda. Por eso son conectores, porque permiten llegar en pocos pasos de cualquier punto a cualquier otro punto de la red.
El otro rasgo distintivo de la sociedad red es la forma de comunicación. En los procesos de comunicación en red, la difusión es exponencial: en un principio el arranque es lento, hasta alcanzar la masa crítica a partir de la cual el mensaje se propaga de forma generalizada y a gran velocidad. Tipping point es el nombre que recibe ese “punto de ignición”.

El poder en la sociedad red

El rápido desarrollo de la tecnología ha tenido como resultado que las redes de grupos de intereses se hagan más poderosas y su capacidad para presionar políticamente ha alcanzado el punto en el que han tomado y tienen realmente el control del proceso político. Al día de hoy son dos, las redes más inquietantes en el escenario político internacional. Esas dos redes son el terrorismo global (del que nos ocuparemos más adelante) y EL CRIMEN ORGANIZADO INTERNACIONAL. Lo primero que hay que decir es que las redes del crimen aprovecharon las ventajas que generó la nueva economía de desregulación y globalización financiera, haciendo crecer las mafias locales que se especializan en eludir las regulaciones nacionales y los procedimientos legales de la policía internacional. Algunos datos interesantes. En primer lugar, las mafias saben que los delitos de gran magnitud son muy difíciles de detectar. Este proceso contemporáneo hace que cada vez sea más difícil diferenciar la actividad económica legal de la criminal y el dinero limpio del dinero sucio. En segundo lugar, el Crimen organizado Internacional mueve muchísimo dinero. Para que se den una idea, el Producto Criminal Bruto (PCB), es decir, la riqueza que genera la actividad criminal, representa el 15% del comercio mundial. En tercer lugar, la ilegalidad del dinero sucio (del tráfico de armas y de las drogas) lleva a la necesidad de que el crimen organizado necesite “lavaderos”. ¿Cuáles son esos “lavaderos” de dinero? Mencionamos algunos: el mercado inmobiliario, el mercado de obras de arte y las bolsas de valores. Vale la pena recurrir al arte para ilustrar este punto y recomendar volver a ver dos clásicos : 1. “El padrino” (en especial la primera) de F. F. Cóppola, y 2. “Los intocables” de Brian de Palma. De realización más reciente, es imperdible “el latido de mi corazón”, de Jacques Audiard. Para ver los lazos entre la mafia policial organizada y el delito, no hay que dejar de ver “el muelle”, con Girard Depardieu.
Debemos preguntarnos ahora, cuáles son los principios políticos utilizados por estos dos tipos de redes contemporáneas. El principal principio político utilizado para la construcción de la pirámide de red es más descentralización que concentración de poder. En el mundo red no hay un centro. El poder es difícil de localizar y, por lo tanto, más difícil incluso de criticar o combatir. La sociedad red nunca encuentra el equilibrio ni la estabilidad. Sus relaciones de poder cambian constantemente, lo que significa que el poder que se ejerce deriva de alianzas temporales, nebulosas inestables, móviles, más que de algún punto geográfico particular o de alguna entidad constitucional particular. Pero el hecho de que el poder se haga más inasible e invisible no significa que desaparezca o incluso que se debilite. Más bien, gana en dinamismo y en efectividad.
Los otros dos principios políticos relacionados con el poder en la red son el movilismo y el relativismo extremos que sustituyen a la idea moderna de progreso. Además, se habla de una globalización creciente, de juegos de suma no cero cada vez más sofisticados, y de redes de dependencia mutuas cada vez más complejas. Relativismo, movilidad y complejidad son marcas registradas de la teoría de sistemas puestas en operación en la sociedad red.

La política en la sociedad red

En este escenario, la percepción capitalista de las estructuras de poder ha quedado obsoleta. Los nuevos movimientos políticos del siglo XXI reúnen unas pocas características que los definen. Una primera característica es que necesitan una ideología genuinamente nueva que no precisa parecer política en el sentido tradicional. Como dice David de Ugarte, podría parecer tan tonta y excéntrica como al principio parecía el feminismo. La segunda característica es que necesitan, además, cierto sostén físico y algunas políticas de referencia. En este punto, los estados nacionales no parecen muy prometedores. En cambio, un candidato plausible son las grandes ciudades. Las mejores entre ellas parecen ser las metrópolis, que se nos presentan como ciudades multiétnicas altamente envueltas en el comercio global y pobladas por diásporas. La gente fluye hacia ellas por preferencia. Los gobiernos de las grandes ciudades pueden ser ganados por pequeños grupos altamente movilizados.
La tercera característica de los distintos movimientos políticos del siglo XXI coinciden en la forma de organización, que es reticular e internacional. Todos estos grupos (radicales, islamitas, ciberpunks) aparecen ante nosotros como manifestaciones políticas prácticas de la netocracia. Para los autores especializados en este problema, en este nuevo escenario, al capitalismo le seguirá un nuevo orden social y económico: el informacionalismo, del que estamos viviendo los primeros albores. Si los anteriores sistemas sociales vieron el protagonismo de la nobleza y la burguesía, el nuevo sistema verá a los netócratas, una nueva clase social definida por su capacidad de relación y ordenación en las redes globales.
En este nuevo esquema, las instituciones más afectadas son el estado-nación, la democracia representativa, el sistema jurídico, la familia nuclear y el sistema educativo. Por supuesto, “lo que conocemos hoy como capitalismo no se desvanecerá, como tampoco se destruyeron las estructuras feudales con la llegada del capitalismo; simplemente su estado se debilitó y quedó subordinado al paradigma informacional y a su lógica. El capitalismo pasa a ser, ahora, un componente importante de un sistema de información superior”.
Las redes sociales ya no tienen una función complementaria, sino que dominan el desarrollo político. La política se ha convertido en un “espectáculo para la gente fea”, una especie de drama televisivo sobre problemas sociales sensacionalistas… La única función que les queda a los políticos es puramente ceremonial: son los polichinelas en los medios, firman documentos que no escriben ni entienden más que a nivel de eslóganes pegadizos. El poder que dicen detentar bajo la democracia queda limitado a la utilización de sus nombres para confirmar y formalizar decisiones que han tomado en la práctica otras personas, sobre las que los políticos no tienen realmente ninguna posibilidad de influir.
Como consecuencia de ello, la democracia representativa está siendo atacada efectivamente desde varios puntos a la vez. La democracia explota hacia adentro de tanto coquetear con todo el mundo al mismo tiempo. La arena pública desaparece y es sustituida por la topografía laberíntica del informacionalismo. La estabilidad y el consenso son abstracciones sociocientíficas que no existen en los sistemas sociales complejos.
En la sociedad de la información, los ganadores del informacionalismo le vuelven la espalda conscientemente a la “realidad” y se refugian en sus tribus electrónicas y en sus redes sociales. En esta sociedad las subculturas virtuales sustituyen a las comunidades aldeanas del feudalismo y a las comunidades nacionales del capitalismo, como base de la identidad social humana. Todo problema de identidad termina siendo un problema de ausencia de estructura de red. Cuando se piensa en política internacional se piensa desde el punto de vista de los valores e ideales de convivencia universal kantiana y no como un ciudadano moderno, desde el pragmatismo de su supervivencia como comunidad. Obviamente, en una sociedad como esta nadie está dispuesto a morir por su país.

La violencia civil en la sociedad red

Ya para hablar de la violencia imperante en la sociedad red es necesario, de entrada, hacer una distinción. Por un lado hay que hacer referencia a las características y la procedencia de la violencia ejercida en la sociedad civil. Por otro lado, corresponde dedicarle algunos renglones a la violencia procedente del terrorismo global.
Respecto de la violencia imperante en la sociedad civil, en general, se buscan las causas únicamente en las actividades delictivas de los sectores sociales marginados y, más recientemente, en los inmigrantes, que se convierten en los “chivos expiatorios” de otros problemas más serios de nuestras sociedades. Como dicen algunos sociólogos, lo que se criminaliza es la pobreza. En este contexto, las políticas de seguridad ciudadana invierten el orden de los factores y confunden las causas con los efectos. Se ocupan más de controlar la actividad delictiva dirigida contra los bienes privados, que en atender a las causas que provocan ese problema y que provienen de la exclusión social, la desigualdad económica y, consecuentemente, de la fractura social (pérdida de solidaridad e incremento del temor al que es diferente). Otra vez el cine nos presta su ayuda y nos muestra el uso contemporáneo de la violencia para resolver problemas particulares no originados en la pobreza: “la corporación” de Costa Gavras y “Match Point” de Woody Allen.
El problema de la inseguridad ciudadana se agrava cuando ese problema es “inflado” por la difusión en los Medios Masivos de Comunicación, de imágenes y noticias de alto impacto sobre la sensibilidad de todos nosotros. También se agrava por la falta de indicadores confiables acerca de la verdadera incidencia del delito en la seguridad de la población. Por último, influye también en el agrandamiento de esta sensación, la manipulación política de los datos judiciales y policiales que son utilizados para incrementar el control social.
Por supuesto que nadie dice que el número de hechos delictivos no ha crecido. Pero, la cosa cambia de perfil cuando se la relaciona con otros indicadores. Piensen: ¿hubo crecimiento económico? ¿creció la población? ¿se modificaron los movimientos migratorios? Cuando uno analiza el crecimiento de la inseguridad ciudadana en ese contexto, puede encontrar otras explicaciones del fenómeno. Pero pueden, además vincularlo con otros datos. Por ejemplo: ¿es mayor la violencia delictiva (y provoca más víctimas) que la violencia del tránsito? ¿cómo serán los números en relación con los accidentes laborales? ¿y en relación con la violencia doméstica? ¿se muere más gente a causa de la inseguridad ciudadana que a causa del hambre o de las guerras que financia el crimen organizado? No decimos que no haya que ocuparse del problema de la seguridad, pero sí nos preguntamos si a los otros problemas que mencionamos se les presta la misma atención. EL MIEDO juega en esto un papel social y psicológico enorme. Tenemos miedo de morirnos antes y a manos de un delincuente. Es un miedo real y justificado. Pero, muchas veces, nuestros miedos legítimos se utilizan para controlarnos mejor y para “agrandar” al agresor. Por eso, una cosa es tener cuidado y otra muy distinta es estar injustificada y neuróticamente aterrorizados.
Un dato más: nuestro miedo se ha constituido en la materia prima para hacer crecer la industria y el comercio de la seguridad. Efectivamente, la “gestión del miedo” y del terror resulta un excelente negocio para el poder (y para los criminales). Si a esto se le agrega que los mecanismos que se utilizan para combatir la delincuencia no dan resultados (las leyes no funcionan, la policía no sabe ni puede resolver el problema, los tribunales no dan abasto y las cárceles desbordan) podemos advertir que el problema es más complejo de lo que parece. En este contexto social aumentan los conflictos interpersonales y las diferencias entre grupos y esto da lugar a una mayor y generalizada escalada de violencia.
La nueva violencia civil (o “inseguridad” como le llaman los sectores más conservadores) parte de una nueva segmentación que reconfigura las clases sociales tradicionales del capitalismo. Lo que define a las clases y los movimientos sociales dentro del informacionalismo es la pertenencia o no a las redes sociales influyentes. La no pertenencia (es decir, el formar parte de la red de “vagabundos” de los que habla Bauman) contribuye, junto con la creciente opacidad de la sociedad en red y el colapso de la ideología tradicional de la izquierda, a crear un semillero para un dramático incremento de la violencia en la sociedad.
Los movimientos de protesta que expresan los intereses de los sectores menos aventajados de la sociedad son muy poco sofisticados desde el punto de vista ideológico. Al mismo tiempo, sufren una falta crónica de líderes, porque la netocracia absorbe constantemente los talentos potenciales. El descontento social es ciego. Su pensamiento resulta contradictorio, sus acciones erráticamente esporádicas e impulsivas. Los nuevos rebeldes vagabundos carecen de la formación y de la disciplina de los movimientos de los antiguos trabajadores y carecen de objetivos a largo plazo…. Nadie cree en la revolución organizada… Lo que permanece es una especie de estética revolucionaria: un concepto romántico de la resistencia como tal, una intoxicación de destrucción espontánea, confusa, colectiva. Pero ahí termina todo…. La clase inferior carece de una sólida convicción de un futuro más brillante.
La nueva forma de la violencia social ejercida desde arriba se ejecuta mediante la “exclusión, el acceso restringido a la información y otras formas de rescisión de los privilegios de ser miembro. Estos son los métodos de la netocracia para detectar y controlar a los disidentes. El equivalente informacionalista del internamiento son las limitaciones severas de la movilidad virtual.
Los descontentos de las clases inferiores crean células reaccionarias para producir contratendencias tratando de alcanzar la exclusión tanto tecnológica como social…, tratan de romper más que reformar desde adentro. Su respuesta a la tecnología y al entretenimiento sedante es la resistencia violenta. Los efectos ya son dramáticos, pero esto no quiere decir que el drama vaya a ser eficaz, puesto que los rebeldes de los márgenes carecen totalmente de recursos.
Una variante de la nueva violencia en la sociedad civil, es la que procede de las ciberturbas. La utilidad de las ciberturbas no es otra que aumentar el conocimiento social del descontento, aumentando la densidad de las subredes de disidentes y consiguientemente las probabilidades de un cambio en las pautas de comportamiento. En este sentido las ciberturbas no son funcionales al poder. En efecto, el poder está interesado en mantener el comportamiento social que sustenta el consenso y no la confrontación.
En resumen, la forma específica del conflicto en la sociedad–red se conoce como swarming. El swarming es, literalmente hablando, un “enjambramiento”. El concepto designa distintos grupos y tendencias, no coordinados explícitamente entre sí y apenas centralizados más allá de una mínima doctrina común. Dentro de las filas de cada uno de esos grupos va aumentando el alcance y la virulencia de sus acciones hasta aislar y acantonar las posiciones del contrario sin dejarles posibilidad real de respuesta.

La violencia del terrorismo global

Swarming es una forma de conflicto, no necesariamente de guerra. En todo caso, el nuevo formato de la guerra, en la sociedad red es un caso especial de swarming. El terrorismo de red es la patología del siglo. Es la manifestación perversa de la potencia de las redes. La base tecnológica del terrorismo contemporáneo no está en el tipo de arma sino en la forma de organización: son atentados de red, netwar (guerra-en-red) en estado puro. La "guerra-en-red" alude a luchas mayormente asociadas a conflictos de baja intensidad sostenidos por actores no-estatales, tales como terroristas, narcotraficantes, o distribuidores en el mercado negro de armas de destrucción masiva. Las redes son el campo de batalla y nuestros sistemas civiles el arma que estos grupos usan contra la sociedad civil. (Amia, 11- S, Atocha, Londres)
En el mundo red cualquiera con voluntad de hacerlo y una mínima estructura puede hackear el sistema. Las nuevas armas de destrucción masiva son el producto de la unión de información abierta y armas convencionales fácilmente asequibles para cualquier red criminal. La posibilidad y la libertad de hackear el sistema también está abierta para la violencia terrorista. La misma libertad que nos provee el software libre (la libre distribución de información y música, las redes sociales de solidaridad, la prensa electrónica), es utilizada también desde otra vertiente mucho más terrible: nunca el sistema había sido tan débil, tan frágil como es ahora. En pocas palabras, el “nuevo terrorismo” pone a trabajar las redes ya existentes de nuestra maquinaria civil para, usando elementos móviles, colapsar la red maximizando el número de víctimas… El nuevo terrorismo cambia la logística del armamento y el desplazamiento de unidades armadas hacia el hacking de redes físicas.
Desde luego, la tecnología importa. Las tecnologías que han de marcar esta nueva etapa son precisamente aquellas que llevan el concepto de red social hasta el último rincón de nuestras vidas: abiertas, distribuidas, móviles y libres. Pero aún así, la tecnología está en nuestro tiempo supeditada a la forma organizativa que se adopta. Hoy la norma emergente de organización es la red.
En este contexto, estamos ante una logística terrorista nueva que acompaña a una nueva táctica y a una nueva estrategia. Todo esto se traduce en una nueva forma de organización, un nuevo tipo de terrorismo que presenta estos rasgos:
Su logística es parasitaria
Su táctica se basa en información pública, y
Su estrategia y organización es reticular.
Y esto es crucial: su forma de imbricarse en el mundo es completamente distinta. Al ser reticulares y no territoriales de nada sirve aplicar estrategias basadas en la contrainsurgencia que son las clásicas de la lucha antiterrorista (acoso político, restricción de los derechos civiles, etc.). La lucha antiterrorista territorial consiste en separar al terrorista de la población que le da apoyo y romper las bases de su propia estructura interna y de financiación. Contra el terrorismo reticular, esto no vale. Dicho brevemente: la “actitud patriótica” no protege demasiado a los norteamericanos, y sin embargo, les hace perder espacios de libertad con el consecuente debilitamiento de las redes civiles.
Conclusión

Vivimos en una sociedad en la que hoy, más que nunca, no hay nada más político que la forma de organización de los grupos. Todo este mapa tiene como elemento común que los nuevos actores sociales son redes y necesitan las redes para existir, desarrollarse y expandir la influencia de su visión social.
La guerra, en la sociedad red, la netwar, es una guerra en la que pequeñas unidades “ya saben lo que tienen que hacer” y saben que tienen que comunicarse entre sí no para preparar la acción, sino a consecuencia de ella. En la guerra de la sociedad red el swarming es la forma de conflicto que desgasta tanto militar como económica, política y moralmente a cualquier ejército convencional. Para que exista swarming tiene que haber una red densa previa, suficientemente conectada, pero no demasiado. En un conflicto de swarming lleva ventaja siempre el que esté más descentralizado. Sin embargo, la descentralización no debe llegar a un extremo tal que el conflicto se haga episódico e inviable porque no puede alcanzar el tipping point. La red no puede ser del todo volátil; un cierto grado de densidad es imprescindible.
Por último, lo más importante en la netwar no es lo explícito, la tecnología, sino lo implícito, la identidad. La identidad común debe ser implícita y sencilla. La dirección de una red no es una jerarquía orgánica, ni la membresía necesita de un carné de afiliación. Las claves estratégicas son públicas. Con todos estos ingredientes ahora ya sabemos que cualquiera, con información pública, puede procurarse los medios y cometer un atentado que le haga merecedor de ser firmado por la red.

Bibliografía básica
Carozzi, Silvana y Ritvo, Juan (comps.) (2001): El desasosiego. Filosofía, historia y política en diálogo. Buenos Aires, Homo Sapiens Ediciones.
Dallera, Osvaldo (2006): Breve manual de Sociología General. Buenos Aires, Editorial biblos.
De Ugarte, David (2004): 11 M. Redes para ganar una guerra. Barcelona, Icaria- Más madera.
Söderqvist, Jan y Bard, Alexander (2003): La netocracia. El nuevo poder en la red y la vida después del capitalismo. España, Prentice Hall.

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